viernes, 21 de junio de 2013

En los 50 años de la elección de Pablo VI

"No desprecies el recuerdo del camino recorrido. Ello no retrasa vuestra carrera, sino que la dirige; el que olvida el punto de partida pierde fácilmente la meta".

(Papa Pablo VI)



"La Iglesia existe para evangelizar" (En "Evangeli Nuntiandi")



En mis 44 años de vida, he visto pasar 5 papas:

Francisco (2013)
Benedicto XVI (2005-2013)
Juan Pablo II (1978-2005)
Juan Pablo I (1978)
Pablo VI (1963-1978)



Cuando yo nací en 1969, llevaba un poco más de 5 años como Vicario de Cristo.
Uno de los recuerdos más nítidos de mi niñez en la casa finca de la vereda “El Placer”, es el haber visto varias veces,  un viejo y mediano baúl de madera que quizás perteneciera a un abuelo y que reposaba recostado a la pared en toda la mitad de una de las alcobas…Pero lo que me llamaba la atención de aquel improvisado guardarropa, además de las bolas blancas ( de alcanfor o netalina entre las prendas)  que expelían un olor penetrante,  era una estampa del Papa Pablo VI en el dorso de la tapa o puerta, anunciando su visita hacía un año atrás en Colombia.



Así,  este fue el primer pontífice que viera al menos en foto. Este papa no tuvo mucho tiempo para influir en mí ni en mi religión, pues el día que murió en el verano de 1978, mismo si había acabado de hacer la primera comunión  a mis 9 años cumplidos, y era católico, la Iglesia y la jerarquía no me tocaban para nada. Fue después que se operaría en mí un despertar y un interés más dinámico por la catolicidad, en que sería determinante el tercer papa que conocería en mi vida: Juan Pablo II  (cfr. artículo anterior 

Pues bien, viene a cuento Pablo VI, puesto que estamos en el AÑO DE LA FE, inaugurado por el papa Benedicto XVI y que FRANCISCO ha continuado promocionando. Un año de la FE que se desprende de la celebración el pasado 21 de octubre de la inauguración del CONCILIO VATICANO II bajo el pontificado de Juan XXIII.
Pero sabemos que el llamado “Papa bueno”, que quiso el “aggiornamento” para la Iglesia no pudo continuar al frente y su sucesor Pablo VI, le daría la dirección y el impulso necesario hasta su clausura en 1965.
El Concilio se convocó con los fines principales de:
·        Promover el desarrollo de la fe católica.
·        Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles.
·        Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.
·        Lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales.
Se pretendió que fuera un aggiornamento o puesta al día de la Iglesia, renovando los elementos que más necesidad tuvieran de ello, revisando el fondo y la forma de todas sus actividades.
Pretendió proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas actuales y antiguos.

Considerado un hombre por naturaleza reservado, conducirá la Iglesia en un periodo muy delicado. A través las 3 últimas sesiones del Concilio Vaticano II, obtendrá una cuasi unanimidad, que estuvo lejos de ser adquirida en su debut. A causa de su salud tan frágil, inaugurará la tradición de los viajes apostólicos. Se ha dicho que fue el primer papa en montar en avión.

Alguien dijo quizás sin mucha razón que es « el papa monótono entre dos papas interesantes (Juan XXIII y Juan Pablo II)”


E.D.G., «La  muerte de Pablo VI»

« Yo pienso que el más grande suceso de Pablo VI es el haber logrado, en gran parte, a pesar suyo, a desmitificar la figura del Papa, del cual conservamos la imagen triunfalista de los pontífices del Renacimiento. No son las contadas  reformas del aparataje, en definitiva muy secundarias, que han hecho explotar esta imagen obsoleta, sino preferentemente una fragilidad y una angustia que concordaban mal con las cualidades requeridas de un personaje situado por encima del común de los humanos. Juan XXIII con toda su modestia no lo había logrado, puesto que su persona había sido mitificada mientras vivía, por el afecto de los cristianos y no cristianos. Si hoy podemos pensar libremente que el Papa no es ante todo un hombre excepcional, sino un hombre a la escucha de Dios, de quien el papel o rol particular, pero no exclusivo, consiste en anunciar el mensaje de la FE, se lo debemos a Pablo VI, quien habrá sabido encontrar una figura más evangélica y menos mundana del papado.  
Esprit (France), octobre 1978, p. 95.



Claude-François Julien, «La Iglesia post-conciliar está por nacer»


« …En realidad, la impresión de fracaso está unida al fin de un reinado largo y difícil y como marcado por la impotencia. Después de haber realizado 9 viajes a través del mundo- a Jerusalén, a New York, a Bogotá, a Kampala…dando de esta manera una imagen viva de la Iglesia y del papado,  a partir de 1970, Él no sale más de Italia. Después de haber publicado las encíclicas “Ecclesiam Suam” (1964) y “Populorum Progressio” (1967), después la famosa carta al cardenal Roy (1971), que eran documentos siguiendo la línea derecha de Juan XXIII y del Concilio, poco a poco se fue callando, retomando un discurso cada vez más tradicional, ver conservador. Ya en 1968, con la sorprendente encíclica “Humanae Vita”, que reafirmaba la condenación de todos los métodos artificiales de contracepción, Pablo VI había definido los límites de la apertura al mundo. Era, mismo esto, un verdadero paso atrás…Y después, 1975, no publica ningún documento verdaderamente importante”.

Le Nouvel Observateur (France), 12 août 1978, p. 24.


Monique Payeur, «Un papa de contrastes»

« … El pontificado de Pablo VI está hecho de contrastes. Formado en la escuela de Pio XII, el papa Pablo había heredado una cierta austeridad donde se agregaba sine embargo la angustia. Por otra parte, con Juan XXIII, compartía ese deseo de abrir más el Vaticano II y el Pontificado mismo al mundo. Mucho menos espectacular que Juan XXIII, Pablo VI tenía un fardo, quizás más pesado para cargar y podría ser considerado a título justo como el verdadero Papa de transición entre la Iglesia tradicional y la Nueva Iglesia católica (…) respetando rigurosamente las directivas del Concilio Vaticano II, él comenzó el rejuvenecimiento de las estructuras de la Iglesia, mas no pudo religar los tradicionalistas ofuscados y los jóvenes progresistas que deseaban verlo superar las recomendaciones conciliares”.


Le Soleil (Québec, Canada), 7 août 1978, p. A4.



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Gustavo Quiceno