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lunes, 7 de julio de 2008
LA TRANSFORMACION DE UN CORAZON RABIOSO
Quisiera hacer alusión a la noticia de la liberación de los 15 secuestrados en Colombia la semana pasada. Sí hablo de Ingrid Betancourt, los 3 norteamericanos y los 11 militares , que regresaron a la libertad gracias a ese operativo inteligente y genial de las Fuerzas Armadas y cuya hazaña,como ya sabemos, ciertos detractores en el mundo han intentado desmentir, minusvalorar o vilipendiar. Y no voy hacer acá un resumen del hecho o reiterar sobre lo que los diversos medios de comunicación ya tanto han difundido, profundizado, pues sería saturarlos a ustedes mis queridos lectores.
No, quiero hablar del emblema especial de esta noticia, de quien fue por más de 6 años el símbolo del secuestro en nuestro país: la señora Ingrid Betancourt.
Ayer (6 de julio) cuando precisamente celebraba 6 años de mi ministerio sacerdotal, en una de las misas que presidí en la parroquia San Carlos Borromeo del Barrio Villaluz en Bogotá, su persona, imagen y experiencia me ayudaron a iluminar la reflexión del día. Y es que en la Palabra de Dios de este domingo , se ventilaban tres virtudes esenciales a Cristo y a sus seguidores: La HUMILDAD, LA JUSTICIA y EL SER PACIFICO.
Considero que Ingrid Betancourt nos mostró ese rostro humilde, pacífico y ansioso de justicia como nunca antes.
Todos sabemos que antes de ser privada de la libertad por la guerrilla ella era una mujer de fuerte temperamento, aparentemente pendenciera, altiva y soberbia…y sin muchos visos de creer en Dios, en la Virgen María y en el poder de la oración. Pero el sufrimiento, el dolor del cautiverio le ayudaron de alguna manera para que Dios se manifestara en su vida y le ayudara a transformarse y ver la vida y las cosas con otra dimensión.
De vuelta a casa , me encontré con este artículo en Internet de dos periodistas políticos del diario colombiano “El Tiempo”, ellos son Janed Ramírez y carlos Ibarra . Lo que ellos dicen acá comulga plenamente con mi impresión del cambio profundo que se realizó en Ingrid. Sin más preámbulos les comparto la nota:
En cautiverio, Ingrid Betancourt se reinventó para no ser más la mujer de la 'Rabia en el Corazón'
Ya no es la senadora que, al igual que el título de su libro publicado en 2001, muchos recuerdan como provocadora, pendenciera, que descalificaba a sus propios colegas.
Y así lo recuerda en su libro (Siete años secuestrado por las Farc) su hoy entrañable amigo, compañero de curul y de cautiverio, Luis Eladio Pérez.
Y no es solo por sus palabras o por sus conceptos. Es también por su hablar pausado, por la manera como acompasa sus gestos con sus pensamientos. Por esa forma de bajar la mirada cuando relata sus duras experiencias, como si quisiera indultar ese pasado triste o un acto de humildad frente al destino inexorable. Por su afán de abrazar y acariciar.
Pero, sobre todo, por su actitud de perdón. "Le pido a Dios que los bendiga, que los guarde, que los perdone. Todos hemos perdonado todo", le dijo Íngrid al presidente Álvaro Uribe, en la Casa de Nariño, refiriéndose a sus victimarios. Esta es la Íngrid, que según sus propias palabras, vino "más liviana", y que dejó en la selva "cosas como el orgullo, la soberbia, la terquedad".
Sí, pero también hay una nueva Íngrid con nuevas concepciones del poder. La Íngrid que el presidente francés Nicolás Sarkozy y su esposa Carla Bruni recibieron el pasado viernes en la mañana en París, en las escalerillas de un imponente avión, casi con honores propios de un jefe de Estado.
La misma que será recibida la próxima semana por el Papa Benedicto XVI, que seguramente comenzará a codearse con líderes de todo el mundo y que en sus primeros mensajes les habló a los mandatarios vecinos de tú a tú.
"Espero que así como Chávez y Correa lograron llegar al mando en sus países, por la vía democrática, les pido que nos ayuden a que las transformaciones en Colombia se den por la vía democrática", les dijo a los mandatarios de Colombia y Venezuela, con dejo de autoridad.
Aún es una rebelde
Lo que Íngrid no perdió fue esa especie de rebeldía natural de la que todos hablan, que la hace una mujer dura, recia, que llevó a 'Raúl Reyes' a definirla como una mujer de "temperamento volcánico, grosera y provocadora con los guerrilleros encargados de cuidarla".
Esa misma que hasta el último minuto de cautiverio se negó a admitir que le ataran las manos o, siquiera, que le ayudaran a cargar el pesado morral que llevó sobre sus espaldas durante los 6 años y cuatro meses de secuestro.
La Íngrid post secuestro es una mujer con mucho sentido de la realidad política. Si se quiere, sabia. O pragmática, un concepto moderno utilizado para definir a aquellos que hacen lo que hay que hacer. O lo que conviene. Esa es la percepción que Íngrid dejó y que a muchos desconcertó, cuando se puso de lado de la nueva reelección de Uribe.
"Primero fueron cuatro años, luego fueron ocho y ahora la posibilidad de que sean doce. Eso tiene que poner a pensar seriamente a la gente de las Farc. Entonces, sí, a mí me gusta la reelección", dijo el jueves en una conferencia de prensa, antes de viajar a París.
Íngrid no dio vueltas para reconocer los méritos de Uribe, a quien su madre no ha dejado de criticar durante todo el mandato. "No, no, mamita (le dijo, acariciándole su rostro, con actitud de tierna represión, en los corredores de la Casa de Nariño, cuando quiso cuestionar al jefe del Estado): para tomar esa decisión (la del rescate) se necesita ser valiente".
Con más olfato político
En la nueva Íngrid, su olfato político también parece acrecentado. Claro que hay mucho de nobleza, de sabiduría y espiritualidad en su decisión de no hablar mal de nadie. Pero no se puede negar que, en su actitud, también hay cálculo político.
Su sorpresivo consentimiento con un tercer período de Uribe, sin que haya dicho siquiera que va a votar por él, la aproxima al hombre de mayor capital político de todos los tiempos en Colombia. Pensar en una fórmula Uribe-Íngrid, es pensar en una fórmula demoledora. Sería la unión de los dos capitales políticos más grandes en la actualidad. Íngrid no tenía esto cuando se la tragó la selva hace más de seis años.
A Íngrid se la llevaron las Farc en el 2002, cuando era candidata presidencial, rival de Álvaro Uribe, y solo marcaba un uno por ciento en las encuestas de favorabilidad, y regresó el pasado miércoles, como admiradora de Uribe, con el 60 por ciento de opinión favorable y con todo para buscar su candidatura presidencial
Y como dice su antiguo asesor, Eduardo Chávez, " Íngrid y Uribe representan hoy el gran consenso nacional contra las Farc. Ambos se han enfrentado al monstruo. Él con la fuerza del Estado y ella con la fuerza de su dignidad. Ella desde la negociación política, él, desde la acción armada. Los dos son complementarios".
En opinión del ex alcalde de Bogotá Luis Eduardo Garzón, el retorno de Íngrid "cambió radicalmente el mapa político colombiano", hasta el punto de admitir que ese hecho lo ubicó, a él, en la orilla de "los perdedores, por ahora".
¿Por qué se produjo el cambio?
Hay muchas cosas que pudieron haber cambiado sustancialmente a Íngrid. Para no ir tan lejos, el mero paso del tiempo en esas condiciones produce sus efectos. Pero hay hechos puntuales, que por sus relatos, se infieren como puntos de quiebre: la muerte de su padre, Gabriel Betancourt Mejía, por quien profesó un amor intenso; su grado extremo de enfermedad, que ella ubica en el segundo semestre del año pasado, cuando literalmente quiso morir; o la degradación extrema a la que fue sometida por sus captores. Pero también, descubrir cosas bellas, como la "generosidad y la solidaridad" del cabo William Pérez, un hombre humilde, a quien ella reconoce como "salvador de su vida".
A punto de cumplir 47 años de edad, Íngrid regresa visiblemente fuerte. No solo física, sino sicológica y espiritualmente. O por lo menos, mucho mejor que como fue presentada en las últimas pruebas de supervivencia y como la mayoría de los colombianos la intuían, después de las especulaciones sobre su inminente deceso, hace apenas un par de meses.
Imposible negar su transformación espiritual. No ha habido intervención pública en la que Íngrid no reconozca la influencia divina en el desenlace de lo ocurrido.
Al llegar al aeropuerto militar Catam, el pasado miércoles, Íngrid y su madre se pusieron de rodillas y dieron gracias a Dios.
Después confesó que nunca había leído la Biblia, que la descubrió en cautiverio y que gracias a ella descubrió y se enamoró de la Virgen, a la que considera su "faro".
La fuerza del amor
Las cientos de fotografías de Íngrid abrazada a sus hijos (Melanie y Lorenzo), a quienes dejó siendo apenas unos niños (16 y 13 años, respectivamente), hablan más que las horas de relatos sobre su secuestro. Pero, sobre todo, han conmovido al mundo.
Aunque se da por descontado que Íngrid se meterá de lleno a la política, advirtió que eso lo pactará con sus hijos, a quienes admitió que impuso "muchos sufrimientos", pues por razones de seguridad se habían ido del país desde mucho antes de su secuestro.
Por eso ahora Íngrid sueña con "acurruncharse" junto a su Lorenzo, al que no deja de mirar con asombro.
Si bien los primeros análisis coinciden en que el secuestro cambió a Íngrid, lo que ahora millones de colombianos esperan es que su regreso a la libertad contribuya también a cambiar sus vidas.
Algunas frases de la nueva Ingrid
• "¿Fui terca? De pronto. Hoy en día, con la perspectiva de los años, siento que era mi destino, que viví lo que tenía que vivir y conocer lo que conocí".
• "Que (las Farc) sean buenos perdedores... Es el momento de rectificar. Estamos dispuestos a tenderles la mano, pero no a participar en una farsa".
• "Sueño con que les de becas de estudios a los liberados y a los que siguen allí, para que tengan ilusión. Fui profesora de francés en la selva, una muy mala...".
• "Comprendí que la muerte era una posibilidad (...) He visto a mis compañeros morir, sabía que la muerte llega muy, muy rápido en la selva".
• "Yo no creo sino en la paz, en nada más (...) me siento tan bendecida por Dios por haber vivido este momento, por que fue una operación de paz".
JANED RAMÍREZ
Y
CARLOS IBARRA
REDACCIÓN POLÍTICA
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Gustavo Quiceno