continuando un poco con el tema de Ingrid, me permito transcribir dos artículos referentes a ella y su experiencia durante el cautiverio de más de 6 años. En primer lugar va un artículo que encontré en la red de un español, dentro de un blog llamado "El alegre cansancio"
su nombre es Pedro Miguel Lamet.
Después les comparto un artículo que salió en el diario LA PATRIA de Manizales: "Ingrid, Dios y la Virgen", cuyo autor es el periodista CARLOS ARBOLEDA, a quien aun no he tenido el gusto de conocer, pero espero hacerlo pronto.
LA DIGNIDA DE INGRID
Por Pedro Lamet
Ha impresionado mucho la dignidad, sanidad mental, fortaleza interior y alegría de Ingrid Betancourt al ser liberada y el encuentro con sus hijos. Es una de esas noticias que te animan a creer en el ser humano. Que confirman que la fe ha sido el secreto de esta mujer. En su muñeca llevaba todo el tiempo un rosario. Y lo primero que hizo fue dar gracias a Dios y calificar la operación de milagro.
Cuando apareció el helicóptero tenían miedo, creían que era otra jugarreta de las FARC. Muchos secuestrados no quisieron ponerse las esposas. Betancourt asegura que rezó con todas sus ganas mientras le apretaban las esposas tan fuerte que pidió que se las aflojaran. Pero ese dolor no era nada en comparación con el que llevaba por dentro. Cuenta Betancourt que, después de unos años, la guerrilla decidió darle un diccionario que había solicitado insistentemente. Desde entones nunca se separa de él, aunque, como ella misma reconoce, “pesa una tonelada”.
Un guerrillero le obligó a dejar su bolsa con el diccionario fuera del helicóptero. La ex candidata presidencial se negó: “Estaba con mi equipito a cuestas. Y trataron de quitármelo y dije que no. Ese diccionario, esa bolsa, era mi dignidad“.
Betancourt no soltó su diccionario pese a la angustia que arrastraba. “Cada prueba de supervivencia es un dolor, porque nos sentimos humillados. Utilizan el dolor de nuestras familias para impresionar al mundo entero. Para nosotros es muy difícil. Y con esta operación volví a sentir lo mismo”.
En plena ansiedad, Betancourt tuvo un sentimiento extraño: “Pensé: qué raro estar emocionada si ya nada me emociona“. Fue algo así como un presentimiento. Pocos minutos después de subir al aparato, saltó la chispa del rescate. Eran la 1 de la tarde y 15 minutos. Los militares infiltrados, agentes del Ejército colombiano camuflados en el seno de la propia cúpula guerrillera, se lanzaron a por los miembros genuinos de las FARC.
“No se cómo lo hicieron pero en menos de cinco minutos los embistieron. Me cayó sangre en el pantalón. Asprilla estaba en el suelo, pensé que se había desmayado pero no. Estaba con los ojos vendados, amarrado, y lo siguiente fue oír: ‘Somos Ejército Nacional. Están en libertad”, relata con emoción la ex política colombiana. Luego llegaron los saltos, los abrazos y los lloros. Nadie se lo podía creer. Al ver alñ enemigo derrotado no sintió alegría, sino pena.
Sin embargo, el miedo no abandonó a Betancourt. Asegura que temía por si el helicóptero se caía, y preguntaba todo el rato cuánto faltaba para llegar a San José de Guaviare. Una vez que aterrizaron y estaban a salvo, pensó en su familia en mitad de una historia no exenta de paradojas, como afirma la ex política: “Sabía que mi mamá tenía programado un viaje a Oriente. Y mi familia estaba fuera de Colombia. Y pensé que era increíble porque llegaba a Bogotá después de tanto y podía no haber nadie de mi familia”. Pero la familia estaba al completo, a excepción de sus hijos que se encuentran en París.
Antes de terminar su discurso junto al presidente colombiano, Álvaro Uribe, en un acto institucional, empezó a sonar la alarma de un reloj de pulsera que Ingrid lleva en su muñeca: era el despertador que le recordaba todas las noches la hora de sintonizar la radio y escuchar los mensajes de su familia a través del programa Voces del Secuestro, del periodista Herbin Hoyos. Una alarma que parece recordar que todavía hay cientos de secuestrados que viven en condiciones infrahumanas bajo el yugo de las FARC.
Menos de 24 horas después de su rescate, Ingrid Betancourt no se olvidó de sus compañeros. Y lo hizo lanzando un mensaje al Comandante Alfonso Cano: “Quisiera que se les perdone a los secuestrados que quedaron allá. Son una extraordinaria partitura que no tienen culpa de nada. Sólo puedo creer en la paz”.
En un mundo de tensiones internacionales, revanchsimo y violencia, esta mujer me ha dejado un sabor de boca a autenticidad y libertad. De acuerdo, es una política, una mujer inteligente. Por ejemplo, el hecho de vestir la casaca militar es una forma de gratitud y de hacer patria. Pero tras tanta angustia y terror, tanta dignidad sólo se explica con un sumplemento de espíritu, que sin duda le ha dado su fe.
INGRID, DIOS Y LA VIRGEN
Por Carlos Arboleda, Periodista de La Patria de Manizales.
Manizales, julio 8 de 2008
Y así pasan los días
Ingrid, Dios y la Virgen
Por Carlos Arboleda González * carbol@une.net.co
Ha existido, especialmente desde el siglo XIX, la creencia que racionalidad o ciencia son términos antagónicos a metafísica y espiritualidad. Varios intelectuales se han declarado ateos y han negado la existencia de una fuerza divina, de un ser superior, de una inteligencia sobrenatural generadora de la vida y del mundo.
Los primeros habitantes racionales de la tierra, nuestros lejanos antepasados, desde hace 250.000 años, entre las primeras manifestaciones que tuvieron fue creer en un ser superior, inicialmente el sol, por su portentosa presencia. Luego, con el paso de los años, fueron buscando otras manifestaciones. Recordemos, por ejemplo, los dioses del Olimpo, en la antigua Grecia, alrededor de 2.000 años A.C., donde Zeus, era el padre de otros dioses y de los mortales. Más tarde vendría el surgimiento de las grandes religiones. Monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo, y politeístas: hinduismo y budismo.
La existencia de Dios es una pregunta que siempre ha estado presente en la historia del hombre. El ateísmo, como filosofía, hizo su aparición muy tarde. Paul Johnson, importante historiador británico, autor de libros como “Historia de los judíos”, “Historia del cristianismo”, “Tiempos Modernos” e “Intelectuales”, en un majestuoso libro publicado en 1997, “La búsqueda de Dios. Un peregrinaje personal”, sostiene que “El ateísmo hizo su aparición bastante tarde en las sociedades humanas. Se hablaba de ateos en el siglo XVI. Sir Walter Releigh y su círculo de amigos científicos, como el doctor John Dee, fueron acusados de ateos alrededor de 1580. Pero, bien miradas, sus ideas no eran más que el rechazo de la Trinidad Cristiana”. Luego vendrían otros intelectuales que cuestionarían la existencia real de un Dios, entre ellos Francis Bacon, David Hume, Kant, Hegel, Huxley, Renan y Nietzsche, para no citar sino a algunos de ellos. Es más, en 1914 se publicó una encuesta realizada entre 1.000 científicos estadounidenses, realizada por James H. Leuba, donde el 58% de ellos expresó su duda sobre le existencia del dios judeo-cristiano. Sin embargo, el grito estridente de Nietzsche: “¡Dios ha muerto!”, sigue siendo un grito al vacío, cuyo eco repiten, básicamente, una minoría de científicos e intelectuales, y que no deja de ser una afirmación fanática que riñe con la realidad actual donde Dios está más vivo y presente que nunca. Einstein, tal vez el más grande científico del siglo XX, fue un creyente a pesar que su teoría de la relatividad revolucionó el mundo y la ciencia. Si bien es cierto que la religión nació como una respuesta ante los interrogantes que se formaba el hombre primitivo frente a un mundo desconocido, algunos afirmaron que la ciencia llegaría, el día de mañana, a dejar sin piso a las religiones a medida que ellas avanzaran. Ni siquiera Marx, fiel discípulo de Hegel, uno de los defensores de esta afirmación, pudo, con el materialismo histórico y con el dogma de que “la religión es el opio del pueblo”, desentrañar ese sentimiento religioso profundo del pueblo ruso.
Héctor Abad Faciolince, este gran escritor paisa, autor de una bella novela basada sobre la vida de su padre, “El olvido que seremos”, en su columna de “El Espectador” del pasado domingo titulada “La Patria del Avemaría”, ridiculiza a Ingrid Betancourt, y Ramiro Bejarano al Presidente Uribe y al Ministro Santos, por las referencias que hicieron de Dios y de la Virgen con motivo de la mayor alegría colectiva que ha tenido Colombia en los últimos años. “Acompáñenme. Primero a darle gracias a Dios y a la Virgen” ( …);“Esta mañana cuando me levanté, recé el rosario a las cuatro de la mañana, me encomendé a Dios” (…); “El helicóptero casi se cae. Todos saltamos, lloramos, nos abrazamos. No lo podía creer. Dios nos ha hecho este milagro, es un milagro que quiero compartir con ustedes” (…); “Lo que si les quiero decir es que la gente que se quedó allá los dejamos vivos y Dios quiera que sigan así”. Estas citas extractadas del discurso que pronunció al bajar Ingrid del avión, demuestran una transformación total en su vida espiritual. Luego, según pudimos constatar en una gran fotografía publicada por el diario “La Patria”, en su edición del pasado jueves, todos los secuestrados, a instancias de ella, se arrodillaron para realizar una oración en acción de gracias por regresar a la libertad. Y, en las otras intervenciones, incluyendo las de Francia, las referencias de Ingrid a Dios y a la Virgen fueron continuas.
No entiende el escritor antioqueño como una persona que estudió en la tierra de Diderot y de Voltaire, ateos, haya reaccionado, según sus propias palabras, con “gran ridiculez”. ¿Qué tiene de malo, después de la inmensa alegría de volver a la libertad, expresar nuestras creencias religiosas? Pues, señor Héctor Abad Faciolince, a mí personalmente me gustó la renovada Ingrid Betancurt, la que no le da pena confesar que se siente bendecida por Dios y por la Virgen María, la que regresó de este cautiverio más humilde y sabia, más espiritual y liviana. Ojalá todos tuviésemos faros como Jesús, como la Virgen, como Buda, como Gandhi, como Alláh, pues ellos permiten que enfrentemos los retos y los desafíos de la vida con más seguridad y fortaleza. Ellos no dejan morir nuestra esperanza y nos dan fuerzas suficientes para derrotar las adversidades.
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Gustavo Quiceno