sábado, 10 de julio de 2010

Domingo 11 de julio de 2010 15º domingo de tiempo ordinario, ciclo C


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« Vete, haz tu lo mismo, y vivirás »

Conocemos perfectamente la parábola del Buen Samaritano. Ella nos ofrece varios puntos importantes para nuestra reflexión.

El experto en religión que quiere tenderle una trampa al Señor Jesús conoce bien de antemano la respuesta a su cuestión (Y quién es mi prójimo?)  El sacerdote del templo y el levita ciertamente ellos también la conocían : « Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón… amarás al prójimo como a tì mismo ». Ellos saben lo que hay que hacer, pero no lo hacen. A Jesús no le interesan las buenas o acertadas respuestas, lo que le importa es la acción  o reacción de acuerdo a la ley de Dios.

El Samaritano , un hereje, enemigo de los judíos, un hombre que nunca ha puesto un pie en el templo, un hombre al que se debe evitar y a quien es prohibido invitar a sentarse a la mesa, él sabe lo que se debe hacer y lo hace :  « fue compasivo », « sintió en sus entrañas », en sus tripas…

Es entonces el samaritano  « impuro » y no el sacerdote ni el levita que pone en práctica la ley de Dios.

Otra cuestión importante en esta parábola : « Quién es mi prójimo ? ».  El doctor de la ley tenía una idea precisa sobre el asunto. Jesús cambia completamente la idea que se tiene de prójimo (para esa época) . El prójimo no es solamente mi vecino o mi compatriota, no solamente es aquel que está herido y con necesidad…El prójimo eres tú, soy yo en el momento que nos acercamos a quien sufre.

El legalista que había venido para tenderle la trampa a Jesús se ve entonces obligado a admitir que el samaritano, el excluido y marginado y no el sacerdote y el levita ha sido  quien se ha comportado como el prójimo (próximo) del hombre que fue atracado por los ladrones del camino.

El Samaritano no pregunta si el hombre herido es un compatriota, o un amigo,  un hombre de la misma religión. Es una persona que tiene necesidad de ser ayudado y eso es suficiente. Jesús le da el golpe de gracia a un legalista y lo desafía a actuar de la misma manera : « Ve y haz tu también lo mismo ». Tu has dado la buena respuesta, tu sabes lo que debes hacer. Actúa como el samaritano y tu vivirás.
En el momento del juicio final , nosotros no seremos evaluados sobre nuestros títulos, nuestros orígenes o nuestros conocimientos, mas bien  seremos examinados   sobre nuestros actos : « Tenia hambre y ustedes me dieron de comer ; yo tenia sed y ustedes me dieron de beber , yo estaba en prisión, enfermo , solo y ustedes vinieron a visitarme … ». En el atardecer de la vida , nos recuerda San Juan de la Cruz, nosotros seremos juzgados sobre el amor.

Nos corresponde  hoy a nosotros hacernos la pregunta

Quién es el prójimo...

         -  del anciano(a) que sufre de soledad y no puede caminar?
-         de la mujer abandonada por su marido y por sus hijos?
-         Del joven abatido, sin trabajo y que se refugia en la droga o el alcohol?
-         Del prisionero que no tiene ninguna oportunidad en la vida y que ha perdido todas las ocasiones de liberarse?
-         Del vecino que acaba de perder su empleo y que se pregunta como va hacer para mantener su familia?

Es que yo me siento y me hago prójimo de las personas que estan necesitadas?

Nosotros sabemos bien quienes son los verdaderos practicantes , los verdaderos creyentes. Estos son los buenos samaritanos de este mundo que los encontramos en todos lados : 
Aquellos y aquellas que distribuyen comidas en las calles, 
que abren y patrocinan centros de acogida para los que no tienen domicilio fijo, 
aquellos que se ocupan de los enfermos en los hospitales y centros de acogida para la tercera edad, 
aquellos que cantan en los asilos y las cárceles para dar un poco de alegría y reconfort a las personas solas,
Buenos samaritanos son aquellos que se privan de algo (comprar un aparato, hacer un viaje de vacaciones) para asi ayudar financieramente a un vecino sin empleo, etc.

A cada uno de nosotros hoy el Señor Jesús nos dice : « Ve y haz tu lo mismo … Así tendrás la vida eterna ».


La ley del Señor no está más allá de nuestras fuerzas…afirma la primera lectura.
Ser cristiano no es complicado. Se trata de tener el corazón y los ojos abiertos.

No se sirve a Dios en el templo si no le servimos primero en la calle y en nuestra caminada!  Soy yo un cristiano practicante?

Al final de cada Eucaristía, Jesucristo nos reenvía a nuestras ocupaciones, a nuestras familias, a nuestro trabajo diciéndonos : « Acuérdate del Buen samaritano…y tu vete, haz lo mismo para que así vivas ».


(de diversas fuentes)



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DE SERVICIOS KOINONIA O LA PAGINA BÍBLICA 

LATINOAMERICANA


Dt 30, 10-14: El mandamiento está muy cerca de ti; cúmplelo 

Salmo 68: Humildes, busquen al Señor, y revivirán sus corazones. 
Col 1, 15-20: Todo fue creado por Él y para Él 
Lc 10, 25-37: Parábola del buen samaritano

La Palabra de Dios ya ha sido pronunciada y se encuentra en nuestra boca y en nuestro corazón. Si nos llenamos de su palabra, se realizará su voluntad en nosotros (v14). Tener cerca la Palabra es amar a nuestro prójimo.

Hoy necesitamos también estar abiertos a la palabra que se nos dirige en los signos de los tiempos y los lugares, como palabra reveladora de la acción de Dios en nuestra historia, con el compromiso de escucharla y vivirla en radicalidad y compromiso.

El salmo es un canto de un “siervo de Yahvé” (v18), que sufre el señalamiento. El rechazado e ignorado por las estructuras de poder, es visto con el cariño de Dios que ve en este siervo un ejemplo y testimonio para los que como pobres, buscan y aguardan la ayuda de Dios. Con este siervo están en juego la confianza y la esperanza de otras personas. El salmo es una invitación a salir del egoísmo, y ponerse en función del servicio a los demás, con la marca inconfundible del amor.

La nueva creación que surge con Cristo, se presenta en el modelo de nueva humanidad, por el mundo y la historia, donde hay que trabajar por ellas para cumplir el plan salvador de Dios en su Hijo. Al ser humano le ha faltado vivir la reconciliación con la obra de Dios y se sigue dando un distanciamiento enorme entre ellos y en la causa de su justicia.

Lucas 10, 25-37: ¿Quién es mi prójimo?

Jesús quería que la ley del amor primara sobre la ley del culto y sobre los propios intereses

Visión panorámica de esta parábola:

La mentalidad judía del tiempo de Jesús, absorbida por el legalismo, se había convertido en una conciencia fría, sin calor humano, a la que no le importaban las necesidades ni los derechos del ser humano. Solo se hacía lo que permitía la estructura legal y rechazaba lo que prohibía dicha estructura. El legalismo impuesto por la estructura religiosa era la norma oficial de la moral del pueblo. Se había llegado, por ejemplo, a establecer, desde la legalidad religiosa, que la ley del culto primaba sobre cualquier ley, así fuera la ley del amor al prójimo. Esto asombraba y preocupaba a Jesús pues no era posible que en nombre de Dios se establecieran normas que terminaran deshumanizando al pueblo.

Este era el contexto en que nació la parábola del buen samaritano: un hombre necesitado de ayuda, caído en el camino, más muerto que vivo, sin derechos, violentado en su dignidad de persona, es abandonado por los cumplidores de la ley (sacerdotes y levitas) y en cambio es socorrido por un ilegal samaritano (que no tenían buenas relaciones con los israelitas). Jesús hizo una propuesta de verdadera opción por los derechos de ese ser humano caído, condenado por las estructuras sociales, políticas, económicas y religiosas que aparecen excluyentes (estructuras que se encargan de no respetar los derechos de las personas y no les permitan vivir en libertad y en autonomía). Jesús quiere decirnos cómo la solidaridad es un valor que hay que anteponer no solo a la ley del culto, sino también a la misma necesidad personal, buscando el bienestar social y comunitario, la defensa de los derechos de tantos y tantas que viven en situaciones de falta de solidaridad y de reconocimiento de sus derechos, nos hace pensar en la opción por continuar el camino de compromiso y de trabajo en nuestras comunidades y organizaciones, desde el compromiso solidario con los hermanos y hermanas que están caídos en el camino, por el no reconocimiento de sus derechos.

La parábola es todo menos un juego de palabras bonitas, es algo más que una pieza literaria de la antigüedad. Es una constante interpelación para hoy.

Sólo Lucas nos conserva en su evangelio esta parábola.
Este texto, tan ampliamente conocido en la liturgia, se inicia con una pregunta de un maestro de la ley, o letrado, frente lo que hay que hacer para ganar la vida eterna.
Jesús, a su vez, le devuelve la pregunta para que el letrado la busque en su especialidad, él tiene la respuesta en la ley... El letrado, citando de memoria Dt 6,5 y Lv 19,18, hace una apretada síntesis del sentido frente a los 613 preceptos y obligaciones que se alcanzaban a contar en la cuenta de los rabinos, para responder en dos que son fundamentales: Amar a Dios y al prójimo... Jesús aprueba la respuesta..

El letrado interroga nuevamente, pues en el Levítico el prójimo es el israelita y en el Deuteronomio se reserva el título de hermanos únicamente para los israelitas...Jesús, en lugar de discutir y entrar en callejones sin salidas, no busca plantear nuevas teorías e interpretaciones frente a la ley antigua y su práctica, sino que propone una parábola como ejemplo vivo de quién es el prójimo.

Podemos contemplar en la parábola los personajes y sacar de allí las consecuencias de enseñanza para el día de hoy: un hombre (v 30) anónimo que es victima de los ladrones y cae medio muerto en el camino; un samaritano (v 33) un medio pagano – o tal vez un pagano completo- cuyo trato y relación con los judíos era casi un insulto a sus tradiciones; un sacerdote (v 31) y un levita (v 32), la contraposición y la diferencia entre dos rangos de poder religioso, pues el levita era un clérigo de rango inferior que se ocupaba principalmente de los sacrificios, “testimonios” de un culto oficial y de los rituales a seguir en la religión establecida.
La relación entre cada uno de los personajes de la parábola es distinta: el sacerdote y el levita frente al hombre caído en el camino no se basa en el plan de la necesidad que tiene este último, sino en el de inutilidad que presentaría ante la ley y el desempeño del oficio, el prestarle cualquier atención al hombre caído, impediría a estos representantes del culto oficial poder ofrecer los sacrificios agradables a Dios. El samaritano, por el contrario, no encuentra ninguna barrera para prestar su servicio desinteresado al desconocido que está tendido y malherido, que necesita la ayuda de alguien que pase por ese camino. El samaritano únicamente siente compasión por la necesidad de ese hombre anónimo y se entrega con infinito amor a defender la vida que está amenazada y desposeída.

Prójimo, compañero, dice Jesús en esta parábola, debe ser para nosotros, en primer lugar el compatriota, pero no sólo él, sino todo ser humano que necesita de nuestra ayuda. El ejemplo del samaritano despreciado nos muestra que ningún ser humano está tan lejos de nosotros, para no estar preparados en todo tiempo y lugar, para arriesgar la vida por el hermano o la hermana, porque son nuestro prójimo.


3

DE CALIXTO:  (P. Gustavo Velez.mxy)

También es mi prójimo

“Y preguntó un letrado: ¿Quién es mi prójimo? Jesús le respondió: Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó”... San Lucas, cap. 10.

En esto de caminos, de viajeros y desventuras, era experto el Señor. De niño tuvo que huir a Egipto. En su vida pública, iba de pueblo en pueblo para conversar con la gente y escuchar sus consejas.

Cuando un letrado le pregunta: ¿Quién es mi prójimo?, respondió con cierta historia de un samaritano, narrada por algún caminante. Una parábola que enseña a arriesgar lo nuestro a favor de los demás, sin cálculos ni reservas.
Nos hemos preguntado algún día: ¿Quién es mi prójimo? ¿No será aquel pariente, la oveja negra de la familia? Probablemente nuestro cariño y comprensión no lograrán regenerarlo. Pero algún día comprenderá, a través de nuestras actitudes, la misericordia del Señor.

Mi prójimo es el sacerdote que tropieza. Sus fallas no excusarán las mías. Pero mi amistad cubrirá sus errores, con un manto de silencio. Mi presencia cariñosa tratará de ayudarle.

El amigo que me ha ofendido también es mi prójimo. Jesús me invita a sentir más su falta que mi herida. A no desoír sus posibles excusas.
Si alguien peca públicamente, el Evangelio nos dice que no lo excomulguemos definitivamente.

Es un viajero con otra clase de heridas. Y cada uno de nosotros es capaz de idénticos pecados.

Si vemos que otros no cumplen con su compromiso de Buen Samaritano, tampoco los condenemos. Animémoslos más bien con nuestro ejemplo.

Recordemos que la palabra prójimo viene de próximo. Estamos acostumbrados a buscar al prójimo allá lejos, mientras él se halla codo a codo con nosotros. 

Es próximo quien nos trae el periódico. El que barre la calle. La empleada del banco. El conductor del bus. El policía que nos informa.
La ascensorista. La vendedora de frutas de la esquina. Todos ellos son caminantes y han sido despojados de algo: De su tiempo, de su salud, de su juventud, de su dignidad, de su alegría, de su vida de familia. A todos los hemos encontrado a la vera del camino. ¿Hemos hecho algo por ellos? No. Casi siempre “damos un rodeo y pasamos de largo”.

No podemos alegar que somos pobres, que no tenemos aceite, ni vino, ni cabalgadura, ni dinero para pagar al dueño del mesón por la convalecencia del prójimo. El más desposeído de nosotros tiene en su alforja palabras amables, calor de abrazo, capacidad de mirar con misericordia, fe en Jesucristo, y una enorme reserva de entusiasmo.

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Gustavo Quiceno