Por Javier Leoz
1. Bienaventurada la IGLESIA, incomprendida y calumniada, porque –en esa indefensa aparente- se purifica y se criba su futuro, su autenticidad, su ser profeta y su hondo espíritu.
Que nunca se canse de dibujar y presentar el rostro de Jesús.
2. Bienaventurada la IGLESIA, que acompaña en el llanto a los que sufren. La Iglesia que, como madre, no solamente consuela y llora sino que trabaja por aquellos que están sumergidos en horas amargas.
Que la luz que la dirige sea también luz para el resto de los hombres: ¡Cristo!
3.- Bienaventurada la IGLESIA que sufre por causa del Evangelio. La que, teniendo como único Salvador a Cristo, lamenta al ver como muchos de sus hijos se apartan de su Camino, de su Verdad, de su Vida.
Que no deje de alentar a los hombres a buscar metas más altas: ser como Dios manda.
4.- Bienaventurada la IGLESIA que lucha por una justicia distinta a la del hombre. Aquella Iglesia que no confunde el bienestar de algunos con la dignidad y los derechos de todos los seres humanos.
Que, una y otra vez, insista en el corazón de las personas para que no sean vasallos sino de Dios.
5.- Bienaventurada la IGLESIA que ama a corazón abierto. Aquella Iglesia que, por ser misericordiosa, aguarda y señaliza el camino de vuelta a casa para todos aquellos que la abandonaron.
Que jamás pierda su creatividad y sus carismas para que, el ser humano, participe, apetezca y añore tantos bienes de los cuales Dios nos hace partícipes.
6.- Bienaventurada la IGLESIA que, con sinceridad, busca y pide amar a Dios con un corazón limpio. Esa Iglesia que, mirándose a sí misma, se siente pecadora y santa, humana y divina. Que siembre en la conciencia de las personas el amor a Dios por encima de otros pequeños dioses.
7.- Bienaventurada la Iglesia, que reza y trabaja por la paz y, en todos los rincones del mundo, promueve la evangelización para que los pueblos descubran que, sin Dios, nunca habrá paz verdadera.
Que pregone, con ilusión y con fuerza, que el Reino de Dios está llamando a nuestra puerta.
8.- Bienaventurada la IGLESIA que, ante el insulto, sigue trabajando por la causa del Reino de Dios. La Iglesia que, ante la incomprensión, no se echa atrás y sigue presentado su mensaje de salvación.
Que siga siendo pionera, allá donde se encuentre, en la promoción de la vida, de la dignidad y de la salvación del hombre por Jesucristo. La iglesia: un camino para saborear las bienaventuranzas.
(Texto desde http://betania.es)
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Gustavo Quiceno