jueves, 2 de agosto de 2012

Nostalgia de lo humano...sed de humanidad!





Leyendo el evangelio dominical (comentado abajo)  del “Pan de vida como se define Jesús”, me pareció mucha  coincidencia encontrarme también esta semana con varias lecturas y o reflexiones de articulistas y filósofos franceses que hablan del sentimiento que tienen las personas  por estos días en Europa y especialmente en Francia de tomar distancia con respecto a la política, la tecnología y el consumo;  y esto desde hace más o menos 5 años cuando el internet con  las redes sociales, los emails, bloggers, twiter Facebook, etc,  y la mayoría de las veces informaciones negativas e incertitudes del mañana, bombardean cotidianamente con “montañas y kilómetros de información” (que no se tiene tiempo de asimilar, analizar o digerir).

Una encuesta del Trend Observer d’Ipsos, llevada a cabo en 5 países desarrollados, deja ver el deseo creciente de una necesidad de lo “humano” en nuestros modos de vida y de consumo.

Una tendencia que promete tomar mucha fuerza en el futuro.

Este lugar preponderante y cada vez mayor de la tecnología en nuestras vidas tiene en efecto 3 consecuencias:

1. El ritmo de vida se acelera, Cierto sumidos como estamos en medio de la tecnología, de las informaciones…  Todo el mundo se apresura a unirse a la Revolución de la Era de la Información. Todos quieren estar conectados. De hecho, desde hace un tiempo creemos que el único debate que vale la pena sostener en la 'nueva era' es cómo garantizar que todos tengan acceso al mundo del ciberespacio. Ahora empieza a perfilarse una pregunta igualmente importante: ¿es demasiado acceso tan problemático como demasiado poco? ¿Es posible que la revolución de la información y de las telecomunicaciones esté acelerando la actividad humana a un ritmo tan alarmante que nos estemos arriesgando a causar un grave daño a nosotros mismos y a la sociedad?

Estas nos llevan al comienzo de una nueva era en la historia humana: estamos empezando a organizar la vida a 'la velocidad de la luz'. Cada día, se introducen nuevos programas informáticos y tecnologías de la información para comprimir el tiempo, acelerar la actividad y procesar mayores cantidades de información. Vivimos cada vez más en la cultura del nanosegundo.

  Los maestros de la tecnología nos habían prometido que el acceso instantáneo haría la vida más cómoda, nos liberaría de tareas innecesarias, aligeraría nuestras cargas y nos concedería más tiempo. Ahora, después de todos los miles de millones de dólares de inversión en las nuevas tecnologías, empieza a aflorar una incómoda pregunta: ¿es posible que las propias maravillas tecnológicas que supuestamente nos iban a liberar hayan empezado, por el contrario, a esclavizarnos en una red de conexiones cada vez más aceleradas de la que no parece haber escapatoria fácil?

Un nuevo término, 24/7 -actividad permanente, 24 horas al día, 7 días a la semana-, ha entrado en el vocabulario en los últimos seis meses y está empezando rápidamente a definir los parámetros de la nueva frontera temporal. Nuestros aparatos de fax, correo electrónico, buzón de voz, ordenadores, agendas electrónicas y teléfonos móviles; nuestros mercados de valores de 24 horas, los servicios instantáneos, las 24 horas, de cajero automático y banca, los servicios de comercio electrónico e investigación que funcionan durante toda la noche, programas informativos y de entretenimiento en televisión las 24 horas, servicios de restaurante, farmacéuticos y de mantenimiento las 24 horas, todos intentando atraer nuestra atención.

  Y a pesar de haber creado todo tipo de aparatos para ahorrar esfuerzo y tiempo, y actividades para cubrir las necesidades y los deseos de todos en esta nueva esfera, estamos empezando a tener la sensación de que tenemos menos tiempo para nosotros que cualquier otro humano de la historia. Eso se debe a que lo único que consigue la gran proliferación de servicios para ahorrar esfuerzo y tiempo es aumentar la diversidad, el ritmo y el flujo de actividad comercial y social que nos rodea. Por ejemplo, el correo electrónico resulta muy cómodo. Sólo que ahora nos encontramos con que nos pasamos la mayor parte del día respondiendo frenéticamente a los mensajes que nos enviamos unos a otros. El teléfono móvil ahorra mucho tiempo. Sólo que ahora estamos siempre potencialmente al alcance de cualquiera que desee nuestra atención. En varias ocasiones he oído por casualidad a hombres de negocios que respondían a llamadas de trabajo mientras estaban sentados en un retrete público. ¿Duda alguien de que el tiempo se está convirtiendo rápidamente en el recurso más escaso?

  Hoy, nos encontramos insertos en un mundo temporal mucho más complejo e interdependiente, compuesto de redes de relaciones y actividades humanas siempre cambiantes; un mundo en el que cada minuto disponible se convierte en una oportunidad para realizar otra conexión. La máxima de Descartes 'pienso, luego existo' ha sido sustituida por otra nueva: 'Estoy conectado, luego existo'.

  ¿Qué ocurre cuando nuestras vidas se ven inmersas en relaciones de 24 horas que se mueven a la velocidad de la luz? Los signos que indican nuestra nueva angustia por el tiempo están en todas partes.

  Las enfermedades relacionadas con el estrés están aumentando drásticamente en todo el mundo. Según los expertos, buena parte de ello es atribuible a la sobrecarga de información y al agotamiento que experimentan cada vez más personas al sentirse incapaces de soportar el ritmo, el flujo y la densidad de la actividad humana posibilitados por las nuevas tecnologías que avanzan a la velocidad del rayo. En Estados Unidos adquirió proporciones epidémicas en la pasada década. El 43% de todos los adultos sufren efectos adversos para la salud debido al estrés, y se calcula que el estrés en el trabajo cuesta miles de millones de dólares a la economía estadounidense a causa del absentismo, el descenso de la productividad, la rotación de trabajadores y los costes médicos.

  Según un informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), uno de cada 10 adultos de todo el mundo sufre estrés, depresión y agotamiento. La OIT predice un aumento drástico del estrés al introducirse tecnologías incluso más rápidas y acelerarse la mundialización. Enfermedades relacionadas -como la depresión, las enfermedades coronarias, los derrames cerebrales, el cáncer y la diabetes- están aumentando con tanta rapidez que, según algunos especialistas, el estrés se puede convertir en la principal causa de baja médica de la Era de la Información.

  La nueva sociedad de 24/7 y de ritmo acelerado está teniendo otras consecuencias profundas para la vida de las personas. La actividad comercial y social durante las 24 horas ha conducido a un grave descenso del número de horas dedicadas al sueño. En 1910, el adulto medio seguía durmiendo entre 9 y 10 horas diarias; ahora, el adulto medio de los países altamente industrializados duerme menos de siete horas diarias. Esto se traduce en 500 horas más despiertos al año. El problema es que los relojes biológicos humanos están adaptados a la rotación del planeta y a los ritmos temporales diarios, mensuales y estacionales. Estamos biológicamente diseñados para dormir cuando se pone el sol y despertar al amanecer. Una falta masiva de sueño, producida por el nuevo ritmo de vida frenético, se asocia cada vez más a enfermedades graves como la diabetes, el cáncer, los derrames cerebrales y la depresión.

  En ningún sitio está teniendo la sociedad a 'la velocidad de la luz' más impacto que en la generación electrónica. A millones de niños (especialmente varones) se les diagnostica en Estados Unidos Alteración Hiperactiva por Déficit de Atención (AHDA), y el fenómeno está comenzando a aparecer en Europa y en otras partes del mundo. Los niños afectados de AHDA se distraen fácilmente, son incapaces de centrar la atención, excesivamente impulsivos, y se frustran fácilmente. ¿Acaso es de extrañar? Si un niño crece en un ambiente rodeado por el rápido ritmo de la televisión, los videojuegos, los ordenadores y la constante estimulación de los medios, y se acostumbra a esperar una gratificación instantánea, tiene muchas posibilidades de que su desarrollo neuronal le condicione a un lapso de atención corto. Si aumentamos el ritmo, nos arriesgamos a aumentar la impaciencia de una generación.

  Los conservadores sociales, a su vez, hablan del descenso del civismo, y lo achacan a la pérdida de una brújula moral y de los valores religiosos. ¿Se ha molestado alguien en preguntar si la cultura de la hipervelocidad nos está haciendo a todos más impacientes y menos dispuestos a escuchar y aplazar, a considerar y reflexionar? Ya están comenzando a aparecer nuevos patrones de comportamiento antisocial relacionado con el estrés, y con implicaciones alarmantes. 'Furia en el trabajo', 'furia en la carretera' y 'furia en el aire' se han convertido en parte del léxico popular conforme más y más gente manifiesta su estrés con brotes de violencia en el trabajo, en el coche o incluso en los aviones. En la cultura del clic, clic, no debería sorprendernos el que todos nos inclinemos cada vez más hacia una respuesta violenta.

  Quizá debamos preguntarnos qué tipo de 'conexiones' cuentan realmente y qué tipo de 'accesos' importan verdaderamente en la era de la economía electrónica. Si esta nueva revolución tecnológica es sólo cuestión de velocidad e hipereficiencia, podríamos perder algo incluso más precioso que el tiempo: nuestro sentido de lo que significa ser un ser humano bondadoso.

  Hasta ahora sólo nos hemos planteado la cuestión de cómo integrar mejor nuestra vida en la nueva revolución tecnológica. Ahora debemos plantearnos una pregunta más profunda: ¿cómo podemos crear una visión social que convierta a estas tecnologías de 'velocidad de la luz' en un poderoso complemento de nuestra vida, sin permitirles que se apoderen de ella?  (http://usuarios.multimania.es/politicasnet/articulos/vidaluz.htm )


2. Los contactos virtuales ganan sobre los contactos “en la vida real” (IRL, in real life), solo un pequeño ejemplo; en las pasadas vacaciones fui a mi pueblo y lo hice a propósito que coincidiera con unos días de “puente” que me posibilitaría volver a ver viejos amigos venidos de la capital…Y así fue como encontré algunos…Recuerdo a Juancho en particular que hacia por ahí unos 5 años no veía, nos encontramos inesperadamente en una cafetería donde estaba acompañados por otro amigo común, me invitaron a tomar algo, pero inmediatamente remarqué la presencia de un niño (entre 7 y 10)  en la misma mesa, “le presento a mi hijo”, me dijo Juancho,  enseguida lo miré y quise saludarlo también, le estiré la mano, le ofrecí una sonrisa, pero a duras penas me observo por unos dos segundos y no de muy buen gesto para continuar tecleando en su celular…


3. El tiempo está sobrecargado, No es necesario hacer estudios o investigaciones para descubrir algo tan simple: vivimos agobiados. Piensen en un día normal de trabajo en una oficina normal: llamadas, correos electrónicos, tareas pendientes en una lista interminable… Y en los estudiantes universitarios las cosas no son muy diferentes (y si sumamos ambas situaciones, nos podría explotar la cabeza).
Esto lo ha reflejado un estudio realizado por la asociación sin animo de lucro Families and Work Institute, de EE.UU., según el cual 1 de cada 3 trabajadores estadounidenses viven con exceso crónico de trabajo…

Desde el 2006,  el 60% de los franceses creen que  cada vez más pasan menos tiempo juntos (en familia, en reunión o encuentro de amigos…Paradójicamente en una época donde nunca antes habíamos estado comunicados e interconectados…De nuevo, no desprecien Facebook, pero empezamos a comprender que estar conectados no remplaza al “estar juntos”.

Por otro lado, mismo estando juntos, muchos son los que permanecen conectados a sus SMS o que no pueden frenar su compulsión de tweeter.

Dos individuos más dos smartphones, suman 4. Nada más fácil que cortar estas conexiones intempestivas, pero todavía no todo el mundo ha integrado el reflejo (o la respuesta).

Por lo tanto no se ve el desprecio o rechazo de la tecnología. Sus ventajas son tan adictivas que no sabríamos como vivir sin ella. Sin embargo, sentimos necesidad de compensación, requilibrio entre lo abstracto y lo material, entre el simple contacto y la verdadera presencia. De ahí este debut de una nostalgia de vivir experiencias  en lugares físicos. Las largas colas delante las grandes exposiciones lo atestiguan. Las compras que hacemos por la Web, mismo si uno va a buscar e informarse sobre  el objeto en el almacén, llegan como una nueva forma de distraerse.

Los bancos abren cafés (internet) para atraer y retener sus clientes. Los hoteles no pueden ser negligentes ante los spas, porque el turista pide una experiencia sensorial además de la visita de los lugares…

Replegarse en si mismo? Regresar a la casa? Sera mejor decir deseo de concreto y de humano. Se podía esperar esto. Nos hemos lanzado aceleradamente con una curiosidad ávida y de “gula”  sobre las innovaciones nacidas de la virtualización del mundo. Ahora sufrimos las consecuencias y aspiramos corregirlas, sin renunciar a sus beneficios.

La próxima jornada de vacaciones o de descanso, seguramente nos permitirá hacer una evaluación en este campo.


Referencias:


Magazine Cles, Août  2012, Paris

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Gustavo Quiceno