martes, 18 de septiembre de 2012

23 de septiembre del 2012 : 25o Domingo del Tiempo Ordinario B

 Escuchar al Señor, es asumir el riesgo de ser interrogado, cuestionarnos sobre como estamos llevando nuestra vida.
Como a los discípulos nos puede pasar que muy a menudo busquemos ser los más grandes. Jesús nos invita entonces a hacernos servidores, y a acogerle.



  
Lecturas
PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA 2, 12.17-20
Se dijeron los impíos: "Acechemos al justo, que nos resulta incomodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor; es un reproche para nuestras ideas y solo verlo da grima; lleva una vida distinta de los demás y su conducta es diferente; nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si fueran impuras; declara dichoso el fin de los justos y se gloria de tener por padre a Dios. Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará, y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenamos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él."
Palabra de Dios
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SALMO RESPONSORIAL
SALMO 53
R.- EL SEÑOR SOSTIENE MI VIDA.
Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mi con tu poder.
Oh, Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras. R.-

Porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte
sin tener presente a Dios. R.-

Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario
dando gracias a tu nombre que es bueno. R.-

SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SANTIAGO 2, 14-18
¿De que le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos de alimento diario, y que uno de vosotros les dice: “Dios os ampare: abrigaos y llenaos el estómago", y no le dais lo necesario para el cuerpo: ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro. Alguno dirá: "Tu tienes fe y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras y yo, por las obras, te probaré mi fe."
Palabra de Dios
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ALELUYA 2 Tes 2, 14
Dios nos llamó por medio del Evangelio, para que sea nuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo

EVANGELIO
Description : http://www.betania.es/imagen/2-cruz.gif LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:
-- Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:
-- De que discutíais por el camino
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quien era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
-- Quien quiera ser le primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
-- El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.
Palabra del Señor.
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A guisa de introducción:

niños de hoy vs  niños  del tiempo de Jesús

Jesús nos invita a “ser como niños” y a menudo alguien nos grita: “deje de ser niño! Madure que está muy grandecito!”  Qué ironías, qué  complejidad en la comprensión de los términos y la diferencia de contextos.

Se nos dificulta entender lo que quería decir cuando ha tomado aquel niño entre sus brazos y lo propone como ejemplo de lo que se debía hacer para llegar a ser “grande” en nuestro mundo.

 Y es más, es necesario decir de entrada que cuando Jesús pone este niño en el centro para clarificar su mensaje no se estaba refiriendo al “rey” o al “mimado” en que se ha convertido el infante de nuestros días y de nuestra sociedad occidental.

Los niños en el mundo de hoy están en el centro de las preocupaciones de nuestra sociedad y de algunos movimientos o asociaciones pro-infantiles.

El niño ha llegado ha convertirse en el rey en un mundo donde todo gira alrededor suyo. Ha llegado a ser el tipo o modelo de consumidor que las marcas buscan seducir … y ha tomado tal importancia que el chaval llega hasta influir y orientar en el gusto de sus propios padres.

No puede uno esconder la “rabiecita” de constatar como tantos niños de nuestro entorno familiar, pequeños hijos de amigos son quienes “manipulan”, toman decisiones y hacen lo que quieren con el beneplácito inmaduro, “idiota” e “inconsciente” de sus progenitores y hasta de sus instructores o mal llamados “maestros”. No se dan cuenta los cuervos que están criando y más cuando los dejan avanzar en gestos de egoísmo, de irrespeto al otro, de hacer valer su fuerza y su “poder” mismo en situaciones injustas (en el juego, en la vida diaria de colegio, con sus compañeritos y hermanos, sus vecinos…)

“Esos locos bajitos”, los llama en una de sus canciones más sabias el legendario cantautor español JOAN MANUEL SERRAT…Pero como él dice en su mensaje cantado, es  responsabilidad de sus padres y adultos que los crían el producto final y depende de como les domestiquen:

Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada canción.

Un niño aprende rápidamente. Desde sus primeras interacciones con el otro, muy temprano comprende que el primero en llegar es el primero en ser servido. Ya sea para obtener lo mejor de un refrigerio, el más bello juguete, el mejor lugar, el niño sabe que debe llegar primero, gritar muy fuerte y o más fuerte que los otros, y mismo en algunas  ocasiones “empujar” o “estrujar” al otro para obtener lo que él quiere.

Ante este hecho, nuestra fibra parental nos incita a intervenir. Viene la delicada pero necesaria tarea de educar nuestro niño  por el bien de él mismo y de los demás.  Es necesario arrancarlo de la tiranía del egoísmo y de la rivalidad que tiene tendencia a eliminar el otro, a considerarlo como un adversario (el relato de Caín y Abel, simboliza y explica esta realidad humana).

“El primero en llegar, primero en ser servido”, llega a ser entonces “Primer servido, esta bien así, pero déjale a los demás”.

 Qué diferencia de los niños “mimados” de hoy a los infantes de la época  de Jesús…Los niños en ese tiempo y en todo el mundo de Oriente, no contaban para nada. Eran los primeros entre los “despreciados”. No son el objeto de ninguna consideración, sino más bien de continuos desprecios y rechazos. En la tradición de la Biblia, ellos son más bien  un símbolo de debilidad e insignificancia  que de inocencia. Ellos representaban entonces a todos aquellos que no contaban para nada en la sociedad, que no tenían poder, ni dinero, ni palabra.

Jesús abraza este niño que no cuenta, le da una marca de deferencia y de estima, y llega hasta identificarse con este pequeño ser, “débil” e “insignificante”.  No solo se identifica con este niño, sino con todos los despreciados, los no reconocidos, los seres anónimos, los abandonados, los marginados de la sociedad: “aquel que acoge en mi nombre (retengamos la precisión “en mi nombre”, superemos y o cambiemos  la filantropía por el “espíritu de Jesús”) un niño como éste, es a MI quien acoge”…Y más aun! A través de mi, él acoge al Padre que me ha enviado.
La verdadera grandeza consiste en servir.

La lógica del Reino va todavía más lejos. Jesús afirma que para ser el primero hay que llegar a ser el servidor de todos.

El testimonio de su vida prueba que eso no solamente es posible sino que también es liberador. Así el privilegio del primero, consiste en dejar subir los otros, sobre la misma escala de la DIGNIDAD.

He aquí todo un aprendizaje, una apuesta a retener, una esperanza a concretizar.
Vemos entonces que el gesto de Jesús es completamente revolucionario y tiene un valor de protesta a la cual deberíamos abrirnos hoy…

En un mundo donde la consigna es “cada quien para si mismo”, dejémonos interpelar por la realeza de Cristo que consiste antes que nada en ponerse al servicio de los otros.




Aproximación psicológica del evangelio:

La inocencia infantil antes de ser contaminada por la sabiduría adulta

Comprendiendo el contexto en el cual Jesús pone al niño como ejemplo, uno se pregunta enseguida en qué o por qué un niño puede dar un ejemplo de grandeza. Si los niños no tenían instrucción y no sabían nada. EL no tenia ningún ejemplo para dar aparte su ingenuidad. No comprendemos tampoco en qué los niños podrían darnos lecciones en asuntos o materia  de fe. Como se podría ser grande ante los ojos de Dios comportándose como un niño?

Los niños no son adultos en miniatura. Ellos no piensan como adultos, y tampoco reaccionan como ellos. Ellos tienen comportamientos que les son propios. Ellos tienen particularmente una facultad de maravillarse y sorprenderse que no tienen los adultos. Como contrapartida, los adultos tienen el saber y la ciencia. Ellos cuentan también con la sabiduría, o al menos eso se piensa.

Hoy, como ayer, a los niños se les imparte una educación religiosa para que puedan adquirir las nociones elementales de la fe. Para hacer parte de una comunidad cristiana y antes de tener acceso a responsabilidades en la Iglesia y tomar parte en la Santa Cena (o Eucaristía)  de manera oficial, es necesario haber hecho todas las etapas del catecismo.

Los adultos legítimamente competentes son los encargados de enseñar a los niños y son a la vez maestros y los guardianes de la tradición.  Era la misma situación en la época de Jesús. Era necesario conocer los 616 artículos de la ley o al menos los 10 mandamientos que era necesario respetar para poder crecer en la fe.  Es a propósito de este punto que Jesús parece estar en desacuerdo con nosotros y los adultos de su tiempo. Parece que critica o protesta el hecho que para ser un hombre de fe sea necesario haber adquirido la experiencia cerca de los más sabios que por si mismo

El niño más que el adulto sabe observar lo que ocurre en él. Él descubre muy rápido que su corazón esta habitado por pensamientos buenos y pensamientos malos. Él sabe cuáles sentimientos recorren su alma. Él tiene un sentido  la belleza, de la justicia, de aquello que es recto. Pero él no sabe poner un nombre sobre el origen de esos fenómenos, no sabe que Dios trabaja en él, pero constata los  efectos en su inocencia. Por lo tanto, muy pronto, los adultos intervienen para explicarle esos misterios y para indicarle el buen camino a seguir y el niño pierde su candor.

Muy rápido también, sus padres y después sus maestros van a enseñarle dominar el impulso de sus emociones y ellos van a enseñarle al mismo tiempo todo lo que es necesario saber sobre Dios, sobre el pecado, sobre la ley y el niño pasa de la espontaneidad infantil a la razón del adulto.

El niño va entonces aprender lo que los hombres saben después de siglos sobre Dios, y es así como él llegara a ser un adulto bien educado y un creyente honesto de cara a Dios.

Mas Jesús percibe que las cosas van muy rápido y que uno no se detiene ni se da el  tiempo suficiente a esta inocencia que le permite  escuchar a Dios y de  referenciarlo mismo antes que se le enseñe a hacerlo.

Así pues,  sin que los adultos, padres o educadores lo recuerden, su primer contacto con Dios se ha hecho a partir de observaciones y de experiencias de vida interior que ellos han hecho cuando eran niños y que las han guardado para si mismos debido a la incapacidad que tenían para poderla expresar.

Este Dios total al interior de ellos mismos ha cedido el lugar muy rápido a un Dios exterior a ellos mismos  y quien tenia las apariencias que el mundo de los adultos le habían bien querido dar.

Cualquiera que sea el modo en  que los niños escuchen hablar de Dios por los adultos, esto ocurre siempre de la misma manera. Los adultos dan una información sobre Dios sin preocuparse por dar importancia a las experiencias que puede haber tenido el pequeño niño en su vida interior.

Jesús sabe bien,  en cuanto a Él y por su vivencia, que  son las experiencias de la vida interior que nos llevaran los unos y los otros a un conocimiento personal de Dios. Él invita entonces a aquellos que lo escuchan a descender al fondo de ellos mismos con la misma inocencia o ingenuidad que lo haría un niño que no sabe aun como expresarse y que descubre que “eso” habla en su interior, mismo si no sabe que es Dios quien se le manifiesta.

Como lo hizo Samuel de niño en el santuario (1 Samuel 3-10).

Dios nos invita a redescubrir una espontaneidad interior que ha sido alterada por aquello que la educación ha aportado al niño y que hace de Dios una realidad exterior a él mismo. Siendo ya adulto, el hombre no sabe mas escuchar cuando Dios le habla en lo más profundo de su alma. Jesús no desprecia por lo tanto la enseñanza de la ley, él no rechaza la tradición transmitida por los “padres”, ellos son guías indispensables para hacernos progresar en sabiduría.  Pero él también dice que nosotros no podemos progresar en la fe si no tratamos de conversar con Dios en nuestra intimidad con Él, allí donde nadie puede acompañarnos ni venir con nosotros.

Si hoy muchos hombres y mujeres se alejan de Dios, la razón es porque se les ha enseñado a referirse a un Dios que habla al exterior de ellos mismos o a través de textos y tradiciones. Ellos descubren que ese Dios, no esta en adecuación con el mundo moderno.

Aquellos que se desesperan por no encontrar en el Dios que predican los hombres el camino  de su salvación, de todos modos  lo encontrarán si tratan de rencontrar un corazón de niño que se maraville por la acción de Dios escuchando lo que Él les dice de ellos mismos en lo más profundo de su persona.





REFLEXIÓN CENTRAL

PRIMERA LECTURA: Sb 1, 17-20:

Lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.
Solemos decir que las vidas hablan. Y así es. Y la expresión de la vida es múltiple, como es múltiple la expresión del habla. Nuestra vida puede hacer reír y puede hacer llorar; puede agradar y puede irritar. Podemos conmover y podemos desafiar; podemos aplaudir y podemos acusar; podemos orientar y podemos perturbar. Nuestra conducta no pasa desapercibida: miramos y se nos mira; juzgamos y se nos juzga; el comportamiento humano deja su impronta en el ambiente que lo rodea. El «qué dirán», el «qué pensarán», juega aún todavía un papel importante. Las vidas, las conductas hablan. Hasta el estarse parado puede ser un gesto significativo. Ahí están las señales de tráfico.

Dios habla «haciendo». Es la «historia de la salvación». Nuestras palabras reciben su sentido en las acciones que las acompañan. Es nuestra «historia de salvación». Un día nos juzgarán por las obras, no por las palabras. Y aquéllas, no éstas, definen nuestra postura religiosa o no religiosa, cristiana o no cristiana, delante de Dios y de los hombres. Pío e impío, bueno y malo, justo e injusto, son los términos más comunes para señalar las posturas más elementales respecto a Dios y respecto a los hombres. Dos conductas opuestas, dos «hablares» contrarios, dos posturas extremas. Se hieren mutuamente, no se soportan.

La liturgia de hoy ha elegido unos párrafos del libro de la Sabiduría. La Sabiduría desciende de Dios y retorna a Dios. Todo lo conoce, todo lo penetra, todo lo dispone, todo lo juzga. Es comunicativa y es buena. Es amiga de hacer el bien y se ofrece al hombre como compañera: quiere dirigirlo y quiere salvarlo. A su luz podemos examinarnos y comprender el orden del mundo. ¿Qué hacer el justo? ¿Cuál es su vida? Cuál es su meta? Y el impío ¿ en qué se entretiene? ¿cuáles son sus caminos? ¿cuáles sus intenciones? Y Dios ¿cómo actúa en consecuencia?. El justo y el injusto cruzan sus caminos, enfrentan sus miradas y extreman las posturas. Es el contexto próximo de la lectura.

La conducta del justo afea el comportamiento del impío. Reprocha su pensar mundano, es reprensión a sus yerros y condena su desenfreno. El justo sigue un camino que trastorna al malvada. Su confianza filial en Dios lo pone en ridículo. Su seguridad y aplomo lo irritan y lo enfurecen. La sencillez de su vida lo acusa y condena. Es insoportable, es un insulto. La vida del fiel se le antoja un desafío.

La reacción puede ser violenta: sarcasmo, indignación, persecución y muerte. Se hace inevitable la prueba: Veamos si… Sigue la tortura: Lo condenaremos a muerte… No se limita a provocarlo de forma pasiva - su vida impía es una constante provocación injusta -, lo hace de forma activa:…Comprobando el desenlace de su vida.

Posturas así, radicalmente opuestas y antagónicas, han de existir siempre. Cuente el justo con la prueba. La reacción violenta ha de venir de una forma u otra. Es imposible mantener por largo tiempo un equilibrio de indiferencia. Son dos vidas que se insultan. La diferencia está en que el justo, apoyado en Dios, se muestra dispuesto a recibir la injuria y el impío, por el contrario, a realizarla. El mejor ejemplo, Cristo, el Justo por excelencia. El «éxito» descansa en las manos de Dios. Y Dios no olvida a su justo.
Mirémonos en Cristo y comprenderemos el misterio de nuestra justicia.


SALMO RESPONSORIAL: Sal 53, 3-6.8:

El Señor sostiene mi vida.

Salmo de súplica con acción de gracias; así algunos. Otros: salmo de acción de gracias donde se repite la súplica proferida en el momento de la tribulación. Aquí, en la liturgia, desprovisto del versillo que hace referencia explícita a la acción de gracias, se ha convertido la composición en salmo de súplica. El «justo», perseguido a muerte por los «insolentes», acude a Dios en demanda de ayuda: «Sálvame», «escúchame», «atiende»… La confianza sostiene su clamor, y surge espontáneo el propósito de un sacrificio y de la acción de gracias. El estribillo lo expresa a su manera.

En la misa, Sacrificio y Acción de Gracias por excelencia, recordamos al Justo, perseguido y condenado a muerte por los «injustos». Ahí nos encontramos nosotros: dimos muerte al Justo y el Justo murió por nosotros. El es nuestra esperanza, él es nuestra súplica.


SEGUNDA LECTURA:  St 3,16-4,3:

 Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia.

En el versillo 13 ha comenzado una nueva sección. Se alarga hasta el 4, 12. Santiago presenta una serie de pensamientos de tipo proverbial, poco unidos entre sí, pero por su talante como proyectiles de carga explosiva. Estilo incisivo.

Santiago quiere combatir el espíritu mundano que se ha introducido en algunas de las comunidades cristianas. El egoísmo y la envidia las están devorando. La paz, la serenidad, el equilibrio y la armonía, que debieran ser el distintivo de los fieles de Cristo, brillan, como suele decirse por su ausencia. Se han esfumado, y en su lugar se han presentado, feroces, las peleas, las luchas y el deseo de placer. Ha desaparecido la «sabiduría» cristiana; esa «sabiduría» superior que atina en todo y por todo: la actitud debida, la palabra justa, el gesto oportuno. Todo lo contrario, los corazones rebosan de codicia, de sensualidad, de envidia. Los auténticos móviles del «sabio» se han desvanecido, no queda rastro de ellos. ¿Quién busca la paz? ¿Quién trabaja por la justicia? ¿Quién practica la misericordia? La ambición lo absorbe todo. Hasta tal punto que ni siquiera la oración saben formular. Sí están en necesidad ¿Por qué no piden reverentemente? Y sí piden y no alcanzan ¿no es porque sus peticiones están impregnadas de deseos de placer, de ambición y codicia? ¿Quién les va a escuchar? En el fondo no piden lo necesario con humildad y reverencia, sino lo que piensan satisface sus pasiones.

Parece ser que en ciertas comunidades la situación social de sus miembros era desequilibrada. Unos nadando en la abundancia, muy pocos; otros, muchos, hundidos en la pobreza. Los primeros no atienden a las aspiraciones de los segundos, y éstos no saben salir de su condición con holgura y honradez cristianas. No los mueve, al parecer, la necesidad sino el deseo de placer. Los bienes. Los bienes de consumo. ¡Cuántas guerras y atropellos traen!

TERCERA LECTURA: Mc 9, 29-36:

El que quiera ser el primero sea el servidor de todos.

Después de la Confesión de Pedro, Jesús se dedica a al instrucción de sus discípulos. Han desaparecido de su programa las prolongadas charlas al pueblo. Parece evitar las aglomeraciones. Se esconde. Camina por lugares poco frecuentados por las gentes. Unos lo han rechazado por completo; otros no le comprenden lo más mínimo. La vida de Jesús cambia de rumbo. Ahora dirige sus enseñanzas al reducido grupo que le sigue de cerca. Son los «suyos». Son los únicos que le aceptan, aunque de forma imperfecta. A ellos les confía su «Misterio», su «misión». Pero los discípulos no comprenden la confidencia de Jesús. Rebota en sus mentes. ¿Qué es eso de «ser entregado», de «morir», de «resucitar» después? La figura de Jesús les es cada vez más misteriosa. No se atreven a preguntarle. Su mente, en realidad, juega todavía con las categorías y criterios humanos. No han comprendido -no pueden comprender- que la muerte de Jesús, el Mesías, se debe a una disposición divina y que tal Disposición encierra el «Misterio» de Salvación para los hombres. Están muy lejos de adivinar que Jesús, precisamente a través de su «pasión», va a «revelarse» Salvador de forma insospechada. Todavía no han podido echar fuera de sí la idea-esperanza de un reino terreno y político. La discusión en el camino lo manifiesta a las claras. ¿Era, quizás, el temor al desengaño lo que les impedía preguntar al Maestro? De todo un poco. Los discípulos necesitaban una instrucción, y Jesús se la estaba impartiendo cuidadosamente. Había que ganar tiempo. Era su último viaje. Dejaba para siempre la verde Galilea. Iba camino de Jerusalén; allí tendría lugar el desenlace «misterioso» de su vida. Jesús prepara a sus discípulos.

Mientras Jesús hablaba del próximo cumplimiento de su Misión como Mesías, los discípulos discutían repartiéndose los puestos del nuevo reino. ¡Que lejos estaban del pensar y querer del Maestro! Marcos subraya la dolorosa ironía. Embotados, tardos de entendimiento, infantiles en sus deseos y mundanos en sus pensamientos. Ellos mismos parecen reconocerlo. Enmudecen a la pregunta del Señor. Jesús, continuando la tarea de Maestro, les imparte una importante lección. Podemos desdoblarla en dos momentos:

1). Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Es precisamente lo que Jesús va a «cumplir» en Jerusalén. Jesús es el Siervo de Yahvé que da la vida por la salvación de todos. San Juan lo expondrá con toda claridad en el relato del «Lavatorio de los pies». Jesús es el mejor ejemplo; el ejemplo, sin más.

El niño impotente, consciente de su insignificancia, sujeto a todos por necesidad, es el ideal. El discípulo debe llegar a esa conciencia de pequeñez, de nulidad, de inferioridad respecto a todos. Debe servir, admirar, respetar a todos como a superiores, como a personas de gran valía. Esa es su vocación; no, buscar honores, títulos vanos, prebendas y beneficios personales. Todo lo contrario, servicio, dedicación y respeto a los demás.

2). Quien acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí…Quien acoge a un siervo del Señor, por más siervo que sea, por más despreciable e insignificante que parezca, acoge nada menos que al Señor de la salvación. Y quien lo acoge a él, acoge a Dios. ¿Es posible? ¿No es maravilloso? Así es. Son criterios que trastornan el mundo entero. ¡Que lejos se hallaban los discípulos de entenderlo! ¿Y nosotros? ¿Lo hemos entendido plenamente? Miremos a los santos. Ellos sí que lo han entendido bien.

CONSIDERACIONES

El evangelio de hoy continúa el pensamiento del Domingo pasado. Par ser más exactos, lo repite e ilustra: el Misterio de Cristo que muere y resucita.

Jesús anuncia, por segunda vez, el desenlace de su vida. Todos los evangelistas señalan la importancia del acontecimiento. Marcos subraya el misterio. El pensamiento debe centrarse, pues, en ese magno Suceso: el Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Jesús va a ser entregado y condenado; después resucitará. La celebración eucarística lo «recuerda» en «sacramento». En torno a él, como parte del Misterio, se abrazan los cristianos.

La lectura primera ilumina, desde lejos, el misterio, describiendo la conducta del malvado contra el justo piadoso. Observamos que el impío no soporta una vida religiosa auténtica. La vida religiosa sana le da en el rostro. Su luz le hiere los ojos y los irrita; y su corazón vomita por sus labios desprecio, sarcasmo y violencia. ¿No le aconteció así a Cristo? ¿No se le «objetó» en la cruz si eres hijo de Dios, baja de ahí, y creeremos en ti ? Es la clásica prueba. Ningún justo se libra de ella.
Tampoco Jesús, justo por excelencia.

El justo pone en manos de Dios, como Jesús, su destino. Se somete a la voluntad divina con paciencia y resignación. Sabe vencer al mal con el bien, sabe orar por el enemigo y sabe bendecir, siendo maldecido. La vida del justo, anodina y baldía a los ojos del mundo, obtiene su plenitud en las manos de Dios. Somos, como Jesús, instrumentos de salvación. Dios resucitará nuestros cuerpos mortales y cubrirá de gloria las señales de la agresión. Es mejor padecer la violencia que realizarla. Es el sentir cristiano.

Existe un antagonismo, en raíz irreductible, entre el justo y el impío. El justo ha de sufrir por serlo. Risas, desprecios, sarcasmos, violencia… No debe extrañarnos que se nos persiga. También lo hicieron con Cristo. Hay mucho en el mundo que se opone a la voluntad de Dios, y por tanto, a la conducta del justo: envidias, codicia, ambición, sensualidad, afán de poder… Muchos se han de soliviantar al paso, sereno y acusador, de una conducta sana e irreprochable. Son dos mundos que se oponen, y es de maravillarse que no choquen. Es nuestro destino, como también lo fue el de Jesús. Pero no estamos solos. Dios está con nosotros; Dios escucha nuestra oración. El salmo nos ofrece una muy bella. La misma celebración eucarística, es una hermosa súplica en Cristo Jesús.

El cristiano, ya lo hemos indicado, se inserta en el Misterio de Cristo. Ahora Cristo es el gran Siervo. Su pasión y la muerte son la perfecta expresión de la más acabada obediencia del Padre y del más profundo amor a los hombres. San Juan lo refiere muy bien en la escena del Lavatorio de los pies. Jesús lava y limpia. La muerte de Jesús tiene ese efecto: limpia, lava, sana, salva. Nosotros debemos, como siervos, lavarnos, en su nombre, los pies unos a otros: servicio fraternal mutuo. Servir y amar; amar y servir. Es una de las enseñanzas del evangelio de hoy. ¿Cuál es nuestra postura? ¿Lo entendemos bien? Nos sonreímos de la poca inteligencia de los discípulos al escuchar a Jesús. ¿No se repetirá la historia en nosotros? ¿Qué buscamos con tantas idas y venidas? ¿Los primeros puestos, nuestra comodidad, nuestro provecho personal? Convendría repasar el himno a la caridad de I Corintios 13.

En cada hermano hay un misterio que empalma con el sacrosanto Misterio de Cristo, muerto por nosotros. ¿Lo advertimos? ¿Lo veneramos? ¿Qué hay al respecto, de admiración y veneración al hermano? Porque no es al hombre a quien aceptamos y recibimos, sino a Dios en último término. Llevamos a Cristo, llevamos a Dios. ¡Qué atención al hermano!

Y ahora la segunda lectura con su lenguaje incisivo. No es necesario insistir mucho en sus palabras. Leamos con detenimiento esas líneas. Envidias, ambición, codicia, afán de placer… ¿No es esto lo que divide las familias, deteriora las comunidades cristianas y destroza la vida religiosa? ¿No será que la celebración eucarística no nos impregna suficientemente del sentir de Cristo y que nuestra oración no arranca de un corazón limpio y sano? Pidamos a Dios limpie nuestro corazón.

La celebración eucarística es el Sacrificio, la Acción de Gracias y la gran súplica. Nosotros nos ofrecemos como «sacrificio» y «servicio»; adoramos a Dios por su providencia; rogamos por su asistencia.


OBJETIVO DE VIDA PARA LA SEMANA

·       Le doy la oportunidad a una persona de “ocupar el primer lugar”, cuando esto podría corresponderme por derecho.

·       Cuando presto un servicio, con anterioridad, seré  consciente de hacerlo  con todo el amor del que soy capaz.

·       En mi comunidad o mi medio donde vivo acogeré con mucha atención a una persona  con la que tenga tendencia a ser negligente o poco amable.


Oración

Avanzar, buscar a ser el mejor, ocupar el primer lugar,
es una lucha  diaria y necesaria, Señor.
Yo vivo en un mundo donde se me exige
demostrar cuanto valen  mis fuerzas y mis capacidades.
Debo luchar para triunfar y salir adelante.
Por lo tanto, hoy, al escuchar
que son los más débiles que son los más grandes, me siento culpable y no muy orgulloso.

Tu me obligas a tomar conciencia…Qué es lo esencial? Lo más importante?
Como es que yo evaluó la grandeza de las personas?
Que es lo que acojo verdaderamente en mi vida?
Estoy totalmente preocupado por mis ambiciones,
que no soy siempre sensible a las necesidades de los más débiles.
A veces pareciera  que no los veo…

Tu Señor, Tu el más grande,
Tu has privilegiado los más pequeños y los más débiles;
has decido darles el primer lugar en tu Reino.
Dime  cual niño me corresponde a mi acoger?
Es acaso ese hombre de la calle sin abrigo
que previniendo una ola de frio ,
prepara su casa de cartón
detrás un viejo edificio de mi ciudad?
O esta tía que sufre de Alzheimer
o aquel viejo tío que no cesa de repetir las mismas cosas?
O es ese joven , victima de acoso y manoteo en el colegio?
o quizás aun mi viejo colega de trabajo que se muere en el hospital
Y que desearía que yo lo visite?
Señor, yo quiero también ocupar el primer lugar en tu Reino.
Yo te lo pido., permíteme contemplar los más vulnerables
Y abrirles mi corazón…
Amen.


REFERENCIAS:


HTTP://BETANIA.ES   Para las lecturas



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Gustavo Quiceno