No han faltado amigos y familiares que
durante estos días pregunten mi opinión sobre la renuncia del Papa. Espontáneamente
les respondo lo que me vino seguidamente al Espíritu ese 11 de febrero en la mañana
cuando escuche la noticia dicha con “morbo” y “sensacionalismo” en la radio:
Es
un acto primero de sabiduría, segundo de humildad y tercero de generosidad. Contrario
a muchos no me escandalicé por la noticia de la decisión del Sumo Pontífice,
por lo mismo no me sorprendió…Era de esperarse.
Es un gesto sabio porque consciente de
su fatiga, de su ya casi impotencia para llevar las riendas de una Iglesia
inmensa y con tantos retos a enfrentar, es sabio y sensato al saber escuchar la
voz de su corazón, la voz de su conciencia (donde habla Dios) que le decía lo
mejor es hacerse al margen y no se obsesiono con conservar lo que es “poder” a los ojos del mundo pero que es “servir” a
los ojos de Dios.
Es humilde porque comprende la autoridad
y el poder como servicio y así es fiel al evangelio y a Jesucristo quien dice: “no
he venido para ser servido sino para servir”, consciente de sus limitaciones no
tiene ningún reparo en ceder con humildad su puesto para que la Iglesia retome
el impulso y continúe con su misión dirigida por alguien más cualificado que
él. Y finalmente es un gesto de generosidad para con sus ovejas, el mundo católico,
renuncia a su egoísmo a sus deseos de seguir figurando para permitirle a la
Iglesia avanzar y seguir cumpliendo su misión impartida por el maestro de
Galilea: “Vayan al mundo entero y anuncien mi proyecto de felicidad para todos
los hombres, a través del bautismo que les comprometa en la construcción del mundo y
sociedad alternativa, siendo más justos y mas fraternales (cfr. Mateo 28,28).
Lo que me preocupó más fueron las
interpretaciones erróneas y las apreciaciones injustas que se fueron dando
paulatinamente a raíz de la renuncia del Papa. Muchos creyeron que el Papa decía
no creer más en Dios, que había decidido menospreciar y darle cierre a la
Iglesia…Y que entonces la Fe en consecuencia se acabaría, el mundo se habría librado
de un “estorbo”, de un gran obstáculo a
su “falsa felicidad” y “equivocada idea de “plenitud”…hay que ver cómo la
ignorancia no deja de ser atrevida. Días después leí sobre Facebook algo que me
compartió uno de mis contactos, una
bella reflexión sobre el Papa y que decía más o menos así:
“No
es la primera vez que renuncia Joseph Ratzinger, a eso está habituado desde su
niñez cuando renuncio a sus pataletas y siendo joven renuncio a su familia, se
marcho al seminario, renuncio a amasar
riquezas, a una vida confortable e instalada, a su egoísmo, renuncio a una mujer, renuncio a la
posibilidad de conformar una familia, renuncio a llenarse de odio a casarse con
doctrinas nefastas y dañinas para el género humano…así que no es nada nuevo
para el Papa esta nueva renuncia…”
Ya en 2005 escribía en mi artículo sobre
la muerte del Papa Juan Pablo II que era su elección la primera que recordaba
de un Sumo Pontífice, aquello fue en el año 1978, tenía yo 9 años cumplidos.
Cuando nací en 1969 se encontraba en el solio pontificio Pablo VI, quien había sido
elegido 6 años atrás.
Para el 2005, días después en que se dio
el conclave para reemplazar a Juan Pablo II me encontraba en Camerún (África),
en ese tiempo no pude estar muy al tanto de lo que ocurría en el vaticano…así
el nombramiento de Joseph Ratzinger como nuevo Papa bajo el nombre de Benedicto
XVI, no pudo menos que sorprender a mi alma de joven sacerdote, inmaduro aun e
ignorante (por voluntad propia) sobre la cotidianidad del Vaticano. Me
sorprendí porque no tenía muy “buenas referencias” sobre el cardenal alemán, su
persona era sinónimo de conservadurismo recalcitrante, intolerancia frente a la
moderna teología (particularmente la llamada teología de la liberación) y su
desconfianza frente a demás movimientos que buscaban resaltar y o promover “una
nueva manera de vivir la fe y hacer Iglesia”.
Pero debo confesar que con el paso de
los años fue cambiando en mí la imagen del nuevo Papa.
Nosotros bien sabemos, como lo sugerí alguna
vez en un breve ensayo académico de teología eclesial en el seminario, mismo al
interior de la Iglesia hay divisiones, “separaciones” que están presentes en
todo grupo o congregación humana. Es
decir, en el seno de nuestra Iglesia converge al mismo tiempo una visión llamada
abierta, tolerante y una posición en ocasiones tildada de cerrada, fundamentalista y conservadora.
Claro que hay que tener mucho cuidado a la hora de definir y presentar esas
diferencias, pues en el fondo hay una búsqueda sincera de la verdad de ambos
lados.
Esa “división” nos incomoda y hace mal
ambiente, pero ya es bastante positivo que la unidad se mantenga y no se rompa
a pesar de los malentendidos, de las incomprensiones….
Siempre he pensado a manera personal y se lo he dicho a mis familiares y amigos que
han decidido abandonar la Iglesia católica y convertirse en “sectarios” o
hermanos protestantes de diferente índole que no es necesario salirse del
rebaño para manifestar nuestro inconformismo y vivir lo que creemos es sincero
y esencial para nuestra fe comunitaria…simplemente hay que vivirlo ahí,
perseverar y luchar por depurar y hacer más grande nuestra familia.
La mala imagen o mala prensa del Papa,
en especial de Benedicto XVI, el intelectual y pastor que desde el pasado 11 de
febrero decidió marginarse voluntariamente o mejor dimitir del solio pontificio
de Roma, obedece justamente a esas
divisiones al interior de la Iglesia y de los cristianos.
Eso, en primer lugar, luego la mala
prensa del papa también es causada por la poca
o nula competencia de los periodistas encargados de dar la noticia concerniente
a la fe y al catolicismo. Súmenle a esta incompetencia, el rechazo y cierto odio a la institución que
en la mayoría de las veces es el fruto de la misma desinformación y falta de formación
y profundización en la doctrina de la fe, la digestión de las verdades tomadas a medias, de la mala comprensión
del pecado y la confusión que siembra ese mismo mundo de los más medias donde
muchos periodistas y comunicadores beben como en rio revuelto y tóxico.
Es innegable que muchos periodistas de
prestigiosos espacios radiales en la mañana leen sus noticias de internet y lo más
triste es que no se fijan en las fuentes ni en la veracidad de los contenidos,
les importa más leer rápidamente y lanzar al aire aquello que causa
sensacionalismo, que juzga con premura y
condena, sin fijarse en los daños colaterales que pueden causar, en la ofensa y
herida que causan en quienes son conscientes de la fragilidad, humanidad y
pecado de la Iglesia pero que sin embargo la aman.
Es triste como algunos periodistas abordan con burla con ironía e irrespeto las noticias referentes a la fe, al Papa, los clérigos, a la Iglesia, la Virgen y lo santos…No diré nombres propios pero alguno de ellos no deben negar que si uno de sus compañeros de mesa o reportería se esfuerza por clarificar algo con términos teológicos y profundos para orientar a los oyentes, a este ultimo lo llaman socarronamente “padre” o “monseñor”…
Otra
periodista, justo ayer en horas de la tarde hablando del cónclave y el ambiente
que reina en el vaticano y entre los cardinales antes de la elección del nuevo papa, se
aventuro a afirmar “eso está podrido por
dentro”…qué responsabilidad de la señora, qué triste que los micrófonos de
programas con tan grande e importante audiencia se abran para proferir palabras
de desconfianza y juicio acelerado.
Completando en general esta apreciación periodística
del Papa como dice Bernard Lecompte en su libro “Pour quoi le Pape a mauvaise
presse?” (por que el Papa tiene mala prensa):
El problema es más profundo: “Los Medios de Comunicación van a lo más corto,
a lo binario (por/contra, si/no, etc), al zapping mientras que la Iglesia “se sitúa
en otro mundo”. Ilustrémoslo con dos eventos aproximativamente
concomitantes (afines): “El Papa se
fracturó la muñeca en el baño”: todos los periódicos, todos los
televisores, todos los radios, han relatado este incidente. En revancha,
ninguna radio, ninguna televisión, ningún periódico no evocó “Caritas in veritate” (su encíclica). Y aun de modo más profundo: “Los medios de comunicación no son más que el reflejo de nuestra
sociedad hiperindividualista, hedonista y relativista”, ellos no pueden
menos que estar avergonzados (eventualmente malintencionados) de cara al
mensaje evangélico de la Iglesia.
Pero hay que decirlo de buena manera y
algo que no es nada nuevo. Más interesante es lo que sigue a estos propósitos: “En
Italia, en España, en Portugal, mismo en Colombia y Canadá, existen periodistas
encargados de la información religiosa. En Francia, dicen que no hay…y en otros
países menos, por ello se entiende la “desinformación” que se impone respecto
al Papa y al Vaticano.
Yo personalmente resalto el rol que ejerce
actualmente en Colombia el ex ministro y ahora comunicador de caracol radio en
Colombia Cesar Velásquez, reportero en el Vaticano, un hombre de fe, un hombre
que se interesa al menos por la doctrina eclesial, y eso es positivo.
El peligro entonces son esos periodistas
llamados “lambda” que tratan estos temas, surgidos de una sociedad (Mass media,
enseñanza) marcada por el laicismo y por una incultura religiosa profunda.
Muchos periodistas en el mundo, no solo
de Francia o Colombia, son incapaces de distinguir un luterano de un anglicano,
o distinguir entre un sínodo y un cónclave.
Mismo la prensa llamada confesional no está
enteramente libre de sorpresas.
Así que no nos queda que agradecer al
Papa Benedicto XVI por estos 8 años de servicio como vicario de Pedro, como ”representante
de Cristo en la Tierra”, mismo si a muchos les produce una ligera sonrisa irónica
tal afirmación.
Es nuestro deber como bautizados y católicos
orar insistentemente al Espíritu Santo para que quien venga a reemplazar a
Benedicto XVI sea un hombre abierto (pero no tanto que se le escape el espíritu
o se le vuele el alma o se le caiga el cerebro)…Que comprenda y ayude a
comprender al mundo que hay valores no negociables y que obedecen antes que a
una ley religiosa a una ley natural como lo es el RESPETO A LA VIDA bajo todas
sus formas,
Necesitamos un líder que al ejemplo de
Benedicto siga presentando en lenguaje tierno y comprensible el mensaje de la
Palabra de Dios,
Pero sobre todo un hombre a la manera de
Jesús: pleno de compasión, caridad y preocupación por el mundo,
Añoramos un líder carismático, acogedor
que conquiste los espíritus y promueva la paz, la justicia y que sobretodo
empiece bien por barrer su casa…en caso de que en verdad esté sucia y
desorganizada, como algunos se atreven a afirmar...
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Gustavo Quiceno