miércoles, 6 de abril de 2011

10 de abril del 2011 5o Domingo de Cuaresma




A guisa de introducción:

No recuerdo muy bien si era mañana o pleno medio día, quizás sería tarde, pero en todo caso el sol no era muy fuerte, aquella jornada era más bien gris para todos.

Pero en todo caso lo cierto es que había muerto mi tía Odilia, la hermana menor de mi abuelo materno Fabio,  cuando apenas frisaba los 40.  La primera muerte de un ser querido que impactaba mi mundo infantil, pues “Odi” compartió con nosotros varios años en casa, acompañando a mi madre y ayudándole en el cuidado de sus 5 hijos existentes hasta ese momento… en aquel año de 1981 yo había cumplido 12 abriles.

El cortejo funeral se detuvo por un instante justo a la entrada del campo santo; en el ambiente había mucha tristeza, otros lloraban, yo “volaba entre ensueños” mucho como de costumbre. De repente levante mi mirada sobre el muro del umbral del cementerio y leí esta frase que ya nunca más se borraría de mi mente: “Yo soy el camino, la resurrección y la vida” y de pronto una tranquilidad y o serenidad se apodero de todo mi ser. Por primera vez en mi existencia joven concebí la idea de una vida que no se acaba nunca, vislumbre que no todo puede acabarse sobre este mundo…Que ese tal Jesús del cual había oído hablar someramente hasta ese momento tenía su “cuento” y que era importante que le diera la mayor importancia posible…  Aquel fue uno de los primeros momentos de revelación de Dios para mí, y aquel instante se convertiría en referente esencial y fundante en mi historia vocacional de sacerdote…
(memorias, Gusqui)

Y nosotros creemos lo que afirman los evangelios? Creemos que Jesús es el hombre que Dios ha escogido y consagrado para revelar plenamente su amor a su Pueblo (Israel) y a la humanidad entera? Creemos que Él es el Mesías?

Creemos totalmente que siendo uno de nosotros  y plenamente humano, Jesús venia de Dios, era su Hijo Bien Amado, era también Dios?

Creemos que después de haber conocido verdaderamente la muerte, Él ha resucitado de verdad, llegando así, a ser el primero de una larga e inmensa multitud de resucitados?

Creemos nosotros que reconociendo que “Él es la resurrección y la Vida” nosotros perteneceremos un día a esta multitud? Creemos que Jesús quien vive en los cielos- vive también en medio de nosotros? Creemos que su Espíritu habita en nosotros? Creemos que Él camina con nosotros, compartiendo todo lo que nuestra existencia puede tener de penas y de alegrías, de sombras y de luces, de fracasos y de triunfos?

Creemos que Jesús no es solamente un sabio y maravilloso maestro de Vida, pero que Él es también el Amo de la Vida?

Creemos que llegando a ser sus discípulos, siguiendo sus enseñanzas, nosotros iluminamos nuestra vida y caminamos hacia la felicidad?

Creemos que desde ahora y poniendo nuestra confianza en Él, podemos levantarnos después de haber caído, volver a ver la luz después de haber atravesado las tinieblas, encontrar de nuevo el gusto por la vida después de haberlo perdido?

Felices (bienaventurados ) somos nosotros si somos de aquellos y aquellas que creen.


REFLEXION : (1)

“Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque muera, vivirá”

La liturgia de este domingo continúa preparándonos para la renovación de las promesas de nuestro bautismo durante la liturgia de la Vigilia Pascual. En el episodio de la samaritana, Jesús nos ha revelado que Él era una fuente de agua viva; luego del encuentro con el ciego de nacimiento, él se presenta como la luz del mundo; y hoy, a través de la resurrección de Lázaro, le dice a Marta que Él es la resurrección y la vida.

Vivimos en un mundo de muertes violentas y de tiranos de todo tipo, para quienes la vida de los demás no tiene ningún valor. Las películas de terror, de venganza y de guerras , los juegos electrónicos (o videojuegos), la televisión y el Internet parecen incapaces de saciar la sed de violencia y de destrucción de nuestro mundo. A la gente le gusta seguir los dramas pasionales, los ataques terroristas y las guerras en todas las partes del Globo, en directo y a todo color. Pertenecemos a una civilización (atraída por) atrapada en el tifón de la violencia, de la tortura, del asesinato, de las ejecuciones, de las guerras, de los genocidios y del terrorismo.

La resurrección de Lázaro, en el Evangelio de San Juan, es el último milagro de Jesús, el último signo ofrecido en este eterno proceso entre la luz y las tinieblas. Poco después comienza el drama de la pasión. Al regresar a Judea para salvar su amigo, Jesús arriesga su vida y avanza hacia su propia muerte.

El punto culminante del texto de hoy es el dialogo entre Marta y Jesús. Marta proclama su fe en Cristo: “Tu eres el Mesías…el Hijo de Dios”.

Es la profesión de fe que los otros evangelistas ponen en labios de Pedro.

Jesús dice entonces a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida, Aquel que cree en mi aunque muera vivirá; y todo aquel o aquella que vive y cree en mí no morirá para siempre”.

Frente a la muerte, hay dos actitudes fundamentales:

La primera es aquella propia de las personas que creen que la muerte es el fin de todo. Ninguna intervención quirúrgica, ninguna medicina milagrosa, ninguna crema rejuvenecedora, ninguna dieta especial puede cambiar eso. Esta actitud es muy común (y o presente) en el mundo de hoy.

La segunda actitud, es la que comparten aquellos y aquellas que creen que después de la muerte la vida continua, pero de un modo diferente. Esto es la base de nuestro cristianismo.

Esta esperanza le da un sentido no solamente a nuestra muerte sino también a nuestra vida de todos los días, a nuestras fiestas, a nuestras alegrías, a nuestras enfermedades, a nuestros sufrimientos y a nuestras angustias.

Jesucristo nos dice que  no solamente nosotros seremos transformados y que continuaremos viviendo después de la muerte, mas Él nos invita a vivir plenamente desde ahora. “Salgan de sus tumbas, de sus vidas sin esperanza. Comiencen de nuevo a respirar la vida a pleno pulmón” (como dice en una de sus bellas canciones Alejandro Lerner)…”Yo he venido para que ustedes tengan Vida y la Vida en abundancia” (Jn 10,10). Sacúdanse de su inercia y pasividad y participen en la construcción de un mundo mejor, más justo, más fraterno. Dejen de lado su egoísmo y así compartirán la ternura de Dios con aquellos y aquellas que han sido maltratados por la vida y que tienen necesidad de amor y afecto.

Con Dios, hay siempre una nueva primavera en el horizonte, una nueva estación que hace reverdecer lo que el frio invierno parecía haber hecho morir. Como en el grano de trigo que se entierra y que parece descomponerse y morir, el Espíritu de Dios puede volvernos a dar una vitalidad creadora, una vida nueva. 

El profeta Oseas expresa este renacimiento de una manera poética:  “Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos. Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano…serán vivificados como trigo, y florecerán como la vid; su olor será como de vino del Líbano.”  (Os 14,5-7).

La promesa de Cristo nos invita desde ahora, a una vida plena de esperanza y de proyectos nuevos, y nos promete una nueva vida después de la muerte. 

Nunca hemos de resignarnos  y o creer en el fin de la vida. La resignación no es una actitud cristiana.

Las fuerzas del mal no saben sino amenazar, demoler, matar la esperanza y hacer morir. Tenemos el ejemplo de los campos de muerte de las SS, de los gulags soviéticos, de las masacres genocidas de los paramilitares, guerrilleros y fuerzas oficiales en Colombia, de las guerras preventivas, de las prisiones de tortura, de los dictadores que masacran sus conciudadanos antes que abandonar su poder ilegítimo…

A través de esta civilización atraída por la destrucción y la muerte, Jesucristo nos habla hoy de la vida y de la esperanza. “Aquel que cree en mi tiene (hoy, ahora) la vida eterna!”  El vuelve a decírnoslo, al llamar a Lázaro  fuera de su tumba : “Sal de la tumba…Yo soy la resurrección y la vida…Aquel y aquella que cree en mí, aunque muera vivirá”.
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Aproximación psicológica:

LA AFECTIVIDAD Y LA FE


Si se mira con atención esta escena de la muerte de Lázaro, uno podía deducir como que hay una superposición de  la muerte del mismo Jesús. Es decir, se puede entrever sobre esa escena de la muerte de Lázaro  la muerte de Jesús. Los discípulos dicen a Jesús: Si tú vas hacia Lázaro, es hacia tu propia muerte que tú te diriges (“No hace poco que los judíos querían lapidarte; y tú quieres regresar allá? “ (v.8).

Respondiéndoles que uno no tropieza en el día sino en la noche, Jesús opone la oscuridad y la muerte espiritual por el hecho que él  mismo es la luz y la vida. Pero en otro sentido, después del tiempo de la luz, él sabe que vendrá la hora de la oscuridad dentro de la que Él mismo caerá  (Jn 12,23-24).

Y en efecto, Juan precisa que es el día de su visita a su amigo Lázaro: “y fue aquel día que los fariseos decidieron matarle” (Jn 11,53).

Juan quiere mostrarnos en lo que le ocurre a Lázaro, un anuncio de lo que le sucederá a Jesús mismo, de tal manera que el desenlace feliz de este episodio prepara la fe de los discípulos para los acontecimientos de la pasión. El hace entonces decir a Jesús: “Yo estoy feliz por ustedes de no haber estado allí con el fin de que ustedes crean” (v.15). Mi ausencia (de Betania) les hará desembocar en la fe, más tarde, mi ausencia total  les hará desembocar en una fe más profunda todavía.

Es impresionante constatar que la fe de Jesús, su esperanza profunda y al límite, su control de los eventos, no le impiden de estar profundamente afectado emocionalmente, por lo que le sucede. Según las palabras mismas del relato, Jesús se conmueve interiormente…Él se emociona, Él llora, Él se conmueve de nuevo…(v.33-38).

Acá también, vemos como una superposición de la escena, eso que Jesús vivirá de cara a su propia muerte, ese combate entre la carne y el espíritu, entre las emociones y las convicciones.

Jesús ha dicho claramente a Marta, la hermana de Lázaro y su amiga, que su hermano resucitara y mismo si Él está convencido de lo que afirma, ello no impide que  también se muestre afectado por ésta muerte. Más tarde Él tendrá la satisfacción de sentirse Él mismo entre las manos del Padre, y ello no le impedirá a su cuerpo y a su afectividad de  resistirse (combatir) ante  la muerte.

La fe es una convicción no un anestésico (algo adormecedor, narcótico). La esperanza permite cargar el sufrimiento, hacerlo más llevadero, pero no lo hace desaparecer.

Al llamar Dios a Jesús para ir hasta el final de sí mismo, Dios no le privó de su afectividad, porque es  gracias a ella que “Jesús amaba Marta y su hermana y a Lázaro “(v.5), y es por ella  “que amando los suyos que estaban en el mundo, Él los amo hasta el extremo” (Jn 13,1).


DE SERVICIOS KOINONIA.ORG

Ez 37,12-14: Les infundiré a ustedes mi espíritu y vivirán
Rom 8,8-11: El Espíritu habita en ustedes
Salmo 129: Del Señor viene la misericordia
Jn 11, 1-45:  La reviviscencia de Lázaro

Muchos pueblos de la tierra, en el pasado y en el presente, se han visto forzados a abandonar su tierra, a marchar al exilio. Sus habitantes forman las legiones de desplazados y refugiados que, hoy por hoy, las Naciones Unidas, a través de su Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR), se esfuerzan por atender. 

Para un desplazado no hay peor desgracia que morir en el destierro, lejos del suelo patrio, del paisaje familiar, de la tierra nutricia. El profeta Ezequiel, en la primera lectura, enfrenta esta situación frente a su pueblo de Judá, hace 26 siglos: comienzan a morir los ancianos, los enfermos, los más débiles, lejos de Jerusalén, de la tierra que Dios prometiera a los patriarcas, la tierra a la cual Moisés condujera al pueblo, la que conquistara Josué. Al dolor por la muerte de los seres queridos se suma el de verlos morir en suelo extranjero, el de tener que sepultarlos entre extraños.

Pero la voz del profeta se convierte en consuelo de Dios: Él mismo sacará de las tumbas a su pueblo, abrirá sus sepulcros y los hará volver a la amada tierra de Israel. Conocerá su pueblo que Dios es el Señor cuando El derrame en abundancia su Espíritu sobre los sobrevivientes.

En el Antiguo Testamento no aparece claramente una expectativa de vida eterna, de vida más allá de la muerte. Los israelitas esperaban las bendiciones divinas para este tiempo de la vida terrena: larga vida, numerosa descendencia, habitar en la tierra que Dios donó a su pueblo, riquezas suficientes para vivir holgadamente. Más allá de la muerte sólo quedaba acostarse y dormir con los padres, con los antepasados; las almas de los muertos habitaban en el “sheol”, el abismo subterráneo en donde ni si gozaba, ni se sufría.

Sólo en los últimos libros del Antiguo Testamento, por ejemplo en Daniel, en Sabiduría y en Macabeos, encontramos textos que hablan más o menos confusamente de una esperanza de vida más allá de la muerte, de una posibilidad de volver a vivir por voluntad de Dios, de resucitar. Esta esperanza tímida surge en el contexto de la pregunta por la retribución y el ejercicio de la justicia divina: ¿Cuándo premiará Dios al justo, al mártir de la fe, por ejemplo, o castigará al impío perseguidor de su pueblo, si la muerte se los ha llevado? ¿Cuándo realizará Dios plenamente las promesas a favor de su pueblo elegido? Algunas corrientes del judaísmo contemporáneo de Jesús, como el fariseísmo, creían firmemente en la resurrección de los muertos como un acontecimiento escatológico, de los últimos tiempos, un acontecimiento que haría brillar la insobornable justicia de Dios sobre justos y pecadores. Los saduceos por el contrario, se atenían a la doctrina tradicional, les bastaba esta vida de privilegios para los de su casta, y consideraban cumplida la justicia divina en el “status quo” que ellos defendían: el mundo estaba bien como estaba, en manos de los dominadores romanos que respetaban su poder religioso y sacerdotal sobre el pueblo.

La segunda lectura está tomada de la carta de Pablo a los romanos, considerada como su testamento espiritual, redactada con unas categorías antropológicas complicadas, muy alejadas de las nuestras, que se prestan fácilmente a confusión. El fragmento de hoy está escogido para hacer referencia al tema que hemos escuchado en la 1ª lectura: los cristianos hemos recibido el Espíritu que el Señor prometía en los ya lejanos tiempos del exilio, no estamos ya en la “carne” es decir -en el lenguaje de Pablo-: no estamos ya en el pecado, en el egoísmo estéril, en la codicia desenfrenada. Estamos en el Espíritu, o sea, en la vida verdadera del amor, el perdón y el servicio, como Cristo, que posee plenamente el Espíritu para dárnoslo sin medida. Y si el Espíritu resucitó a Jesús de entre los muertos, también nos resucitará a nosotros, para que participemos de la vida plena de Dios.

El pasaje evangélico que leemos hoy, la «reviviscencia» de Lázaro, narra el último de los siete “signos” u “obras” que constituyen el armazón del cuarto evangelio. Según Juan, antes de enfrentarse a la muerte Jesús se manifiesta como Señor de la vida, declara solemnemente en público que Él es la resurrección y la vida, que los muertos por la fe en Él revivirán, que los vivos que crean en Él no morirán para siempre....

Bonita la escena, bien construido el relato, tremendas y lapidarias las palabras de Jesús, rico en simbolismo el conjunto... pero difícil el texto para nosotros hoy, cuando nos movemos en una mentalidad tan alejada de la de Juan y su comunidad. A nosotros no nos llaman tanto la atención los milagros de Jesús como sus actitudes y su praxis ordinaria. Preferimos mirarlo en su lado imitable más que en su aspecto simplemente admirable que no podemos imitar. No somos tampoco muy dados a creer fácilmente en la posibilidad de los milagros. Para la mentalidad adulta y crítica de una persona de hoy, una persona de la calle, este texto no es fácil. (Puede ser más fácil para unas religiosas de clausura, o para los niños de la catequesis infantil).

En la muy sofisticada elaboración del evangelio de Juan, éste es el «signo» culminante de Jesús, no sólo por ser mucho más llamativo que los otros (nada menos que una reviviscencia) sino porque está presentado como el que derrama la gota de la paciencia de los enemigos de Jesús, que por este milagro deciden matar a Jesús. Quizá por eso ha sido elegido para este último domingo antes de la semana santa. Estamos acercándonos al climas del drama de la vida de Jesús, y este hecho de su vida es presentado por Juan como el que provoca el desenlace final.

La causa de la muerte de Jesús fue mucho más que la decisión de unos enemigos temerosos del crecimiento de la popularidad de un Jesús taumaturgo, como aquí lo presenta Juan. Este puede ser un filón de la reflexión de hoy: «Por qué muere Jesús y por qué le matan». Remitimos a un artículo clásico de Ignacio Ellacuría (http://servicioskoinonia.org/relat/125.htm) con ese mismo título. El episodio 102 de la famosa serie «Un tal Jesús» (http://www.untaljesus.net) también interpreta este pasaje de Juan en relación con la «clandestinidad» a que Jesús tendría que someterse sin duda en el último período de su vida.

Otro tema puede ser el de la «fe» o del «creer en Jesús», con tal de que no identificar la «fe» en «creer que Jesús puede hacer milagros» o «creer en los milagros de Jesús». La fe es algo mucho más serio y profundo. Podría uno creer en Jesús y creer que el Jesús histórico tal vez no hizo ningún milagro... No podemos plantear la fe como si un «Dios allá arriba» jugase a ver si allá abajo los humanos dan crédito o no a las tradiciones que les cuentan sus mayores referentes a Jesús de Nazaret y sus milagros... La fe en Jesús tiene que ser algo mucho más profundo.

Y un tercer tema -todavía más complejo- para nuestra reflexión, puede ser el de la resurrección. Precisamente porque, la de Lázaro no fue una resurrección. Lógicamente, a Lázaro simplemente se le dio una prórroga, una «propina», un suplemento... de esta misma vida. Un «más de lo mismo». Y el Lázaro «resucitado» -como tantas veces se lo mal llamó- tenía que volver a morir. Porque para nosotros «vivir es morir». Cada día que vivimos es un día que morimos, un día menos que nos queda de vida, un día más que hemos gastado de nuestra vida... Pero «resucitar» es otra cosa.

Aquí habría que subrayar y proclamar y denunciar que es bien probable que en la cabeza de la mayor parte de nosotros, la idea de «resurrección» que hay es una idea equivocada, por esta misma razón por la que decimos que Lázaro era «mal llamado resucitado»: porque pensamos, o mejor, «imaginamos» la vida resucitada un poco como «prolongación, suplemento, continuación...» de ésta de ahora. Y no. No es sólo que la diferencia será que «aquella vida no se acaba», o que «no tiene necesidades materiales» porque «allí serán como los ángeles del cielo»... No. Es que es otra cosa. Y es que es sobre todo un misterio. Nuestra llamada «fe en la resurrección» no es un creer que hay un «segundo piso» al que subimos tras la muerte y allí «continuamos viviendo»... Podríamos decir que todas esas «imágenes» no corresponden al «misterio» en el que creemos, y como tales, pueden ser dejadas de lado. También aquí, yo puedo creer en lo que denominamos «resurrección» sin aceptar la interpretación facilona de que Dios nos creó aquí primero para luego llevarnos a un lugar definitivo... Muchos pueblos primitivos han pensado esto, que es una forma plausible de interpretación de la vida humana en un determinado contexto cultural. Pero hoy, si no queremos seguir anclados en las «creencias» típicas de las religiones de la edad agraria... es necesario hacer un esfuerzo de purificación, y quizá también haga falta aceptar la ascesis de un no saber/poder expresar bien aquello en lo que «creemos»...

Es un punto demasiado importante y demasiado sutil como para llegar y ponernos directamente a hablar de la resurrección de Lázaro y de la nuestra sin necesidad de más preámbulos... (Sobre la transformación de las condiciones de credibilidad de las religiones en este nuevo tiempo sugerimos la lectura de los artículos 352 (http://servicioskoinonia.org/relat/352.htm), de Mariano Corbí, y 344, de Amando Robles (http://servicioskoinonia.org/relat/344.htm). Sobre la necesidad de «despedirse del piso de arriba», recomendamos la lectura del capitulo de igual título del libro de Roger LENAERS «Otro Dios es posible». Y sobre la resurrección, en un plan más netamente teológico, recomendamos la lectura de TORRES QUEIRUGA, «Repensar la resurrección» (Trotta, Madrid 2003). Hay también un reciente número de la revista CONCILIUM dedicado a la resurrección (noviembre 2006). La Agenda Latinoamericana’2011 trae un artículo «¿Pero hay o no hay otro mundo arriba?» accesible en su archivo digital. La serie «Otro Dios es posible, de los hermanos LÓPEZ VIGIL aborda el tema de la resurrección en la entrevista 98, titulada «¿Resucitó?», accesible en http://emisoraslatinas.net.

Agenda + emisoras latinas

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 102 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. LÓPEZ VIGIL, titulado «El amigo muerto». El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: 
http://untaljesus.net/texesp.php?id=1500102
Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap102b.mp3

Para la revisión de vida
- A una semana de la semana mayor, ¿cómo la estoy programando, cómo la preparo? ¿Voy a encontrar tiempo también para mí mismo, para mi interioridad, para hacer un alto en el camino y examinar la marcha de mi vida, para hacer una revisión de mi relación con Dios? Estoy a tiempo...

Para la reunión de grupo
- Con el artículo de Ellacuría que hemos recomendado (http://servicioskoinonia.org/relat/125.htm) se puede elaborar una provechosa reunión de estudio, muy recomendable.

- También con el citado episodio 102 de «Un tal Jesús» se puede montar una buena reunión de estudio.

- El caso de la amistad entrañable de Jesús con Lázaro y sus hermanas, nos presenta una faceta humana de Jesús que de alguna manera pasaba desapercibida antiguamente; no parecía «relevante« ni «revelante» para la «cristología vertical» que casi veía en Jesús un ser casi sólo divino, no humano. 

El Jesús que llora por la muerte de Lázaro, que se hospeda -o tal vez se refugia- en casa de estos amigos/amigas... es un Jesús «muy humano». La humanidad plena forma parte del seguimiento de Jesús. Comentar la relevancia de estos rasgos «tan humanos» de Jesús, y su porqué.

- ¿«Resucitó» Lázaro? ¿Qué hay en la «resurrección» de Lázaro de elementos que no tienen que ver nada con la «resurrección» en la que creemos para nosotros? «Re-suscitare», es la palabra latina por «resucitar», que fácilmente se ve que significa «volverse a levantar», creada a partir de la imagen del cadáver que recupera la vida. ¿No será que la palabra -y con ella el concepto mismo- es deudor de una imagen inadecuada? ¿Tendrá que haber reanimación de un cadáver para que haya «resurrección», de ésa que es objeto de nuestra fe? ¿Podríamos expresar con la máxima rigurosidad cuál es la esencia de la «fe en la resurrección», despojándola de todas las adherencias imaginativas, culturales...? ¿Cuál sería el núcleo esencial mínimo asegurado como contenido de la fe en la resurrección? La resurrección objeto de la fe cristiana, ¿no será uno de esos temas de los que es mejor no hablar si es que no se va a tener posibilidad de hablar con sumo respeto y con todas las matizaciones necesarias?

Para la oración de los fieles
- Por toda la Humanidad, para que mantenga siempre viva la utopía de la felicidad para todos. Oremos.
- Para que renazca la esperanza de los más pobres y oprimidos en un mundo más igualitario y compartido. Oremos.
- Para que aquellos que arriesgan sus vidas por el bien de los demás permanezcan firmes y no caigan en el desánimo. Oremos.
- Para que siempre se mantengan viva en nosotros la esperanza de alcanzar la utopía del Reino y llegar a vivirlo en toda su plenitud. Oremos.
- Para que apoyemos y defendamos siempre la vida en todas sus manifestaciones. Oremos.
- Para que todos los países supriman la pena de muerte. Oremos.
- Para que siempre se mantenga viva en nosotros la esperanza en la resurrección y transmitamos esta buena noticia a todas las personas. Oremos.

Oración comunitaria
- Dios, Padre y Madre universal, que inspiras desde siempre inspiras en los seres humanos el deseo de felicidad plena e incluso «eterna», una felicidad que triunfe incluso sobre la muerte. Te expresamos humildemente nuestro deseo de ser coherentes con esta fuerza interior que habita en nosotros, para buscar su realización con los medios más honestos y por el camino que sea más beneficioso para nosotros y para quienes nos rodean. En unión con todos los hombres y mujeres de todas las religiones, nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro.


REFERENCIAS 


Pequeno misal de "Prions en eglise", NOVALIS,  CANADA

HETU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.

Reflexion del P. Yvon-Jacques Allard.





Para vivir la cuaresma día a día: 6 de abril del 2011 4º miércoles de cuaresma


EL DIOS QUE CONSUELA

Leemos hoy un pasaje de la segunda parte del libro de Isaías que va de los capítulos 40 al 55. Se le da a esta sección de la gran obra del profeta el nombre de “Libro de la consolación”, ya que se abre con estas palabras: “Consolad, consolad a mi pueblo”. El tema de la consolación es recurrente en cada página. Y en efecto, como consuela Dios?

Primero, El promete ocuparse de nosotros. Lo vimos el último lunes: Dios sabe cumplir sus promesas. El promete liberarnos de todo lo que nos esclaviza, de despejarnos el camino de dudas y de miedos entre la abundancia de la luz.

segundo, Él se asemeja a nosotros. El suprime lo que impide la comunicación entre nosotros…en fin, Dios encuentra las palabras que nos llegan directamente al corazón para reconfortarnos: Yo no te olvidaré nunca”.

Cuando alguien nos dice esto último, nos hace mucho bien. Imagínense lo que ocurre cuando es Dios mismo quien nos lo dice!

lunes, 4 de abril de 2011

PARA VIVIR LA CUARESMA DIA A DIA: 5 de abril del 2011 4º MARTES DE CUARESMA



EL DIOS DE LA VIDA

El  agua de nuestro bautismo  que nos ha lavado y sanado del pecado, es el manantial del corazón abierto de Jesús.

Todos los textos de la liturgia de la Palabra de esta semana nos hablan del agua de nuestro bautismo y de la fuerza vital que ella posee. Al escuchar esto, algunos dicen: “Yo puedo beber de esta fuente de nuevo?”, un poco como la Samaritana.

Después de  nuestro bautismo, esta fuente habita nuestro corazón, nuestro propio corazón; nos corresponde a nosotros descubrirla, beberla y conservarla en buen estado para poder calmar la sed de tantos fatigados de la vida.
Esta fuente de agua se llama Jesús.

La primera lectura nos habla de la fuente de agua del templo: nosotros somos el Templo de Dios, nos dice San Pablo.

El Evangelio de la curación del paralitico, nos muestra a Jesús sanando al hombre por su Palabra. Jesús es la sanación para toda la humanidad, El sana las almas, los corazones, los cuerpos.

Tomémonos el tiempo de encontrar a Jesús en nuestro interior. La gente puede decirnos bien que hacer, darnos buenos consejos, mas es a nosotros nos toca ver –mirar a Jesús en nosotros. Es un poco parecido como a ciertas heridas, que exteriormente parecen sanadas, pero al interior no lo están.

Entra en ti mismo y escucha como una fuente pura la Palabra de AQUEL que habita en ti y que quiere sanarte.

HOY Su palabra brilla y quiere cambiar tu vida.

domingo, 3 de abril de 2011

Para vivir la cuaresma día a día : Abril 4 del 2011 4º lunes de cuaresma


EL DIOS DE LAS PROMESAS

Yo voy a crear un cielo nuevo una tierra nueva. A lo largo de la Biblia, Dios promete. Una promesa que está siempre ligada (o en relación) con el tiempo. Fuera del tiempo no hay más promesas. Así,  Dios se aventura en nuestro tiempo, prometiendo. Él se arriesga en nuestro mundo en movimiento.

Una promesa no vale que para Aquel que promete.  Ella está fundada sobre dos cualidades del que promete: su fidelidad y su poder.  Si confiamos en las promesas de Dios, es porque Él es un Dios fiel. Fiel a Si mismo y a nosotros “por los siglos de los siglos”, como lo dice la formula.

Él es también el Dios Poderoso: por su Palabra ha creado el mundo, por su cruz ha vencido el mal. Si, nosotros podemos confiar en Él. Sus promesas no son vanas. Ellas están llenas de lo que es Él mismo, ellas con como una semilla que contiene en embrión lo que Él cumplirá.

sábado, 2 de abril de 2011

Para vivir la cuaresma día a día: 3 de abril del 2011 4º domingo de cuaresma A


Dios se  nos revela en extraños recorridos (procesos, pasajes).

A través de los personajes de las lecturas de este domingo, descubrimos un poco mejor quien es este Dios que llama: es un Dios que se revela. No de manera instantánea, más a través de los zig-zags, las vueltas de un destino a veces oscuro.

Extraño destino como el del rey David, que comienza por ser un pastor, luego un jefe de banda antes de llegar a ser el rey de Israel!

Qué largo camino como aquel del ciego de nacimiento! Recorrido físico, de Jesús a la piscina de Siloé, de la piscina a los fariseos. Recorrido espiritual sobretodo donde su percepción del misterio de Jesús no deja de profundizarse.

“El hombre  quien se llama Jesús” llega a ser para él “un profeta”, después un “hombre venido de Dios”, después “el hijo del hombre”, y en fin “El Señor”.

Así mismo ocurre  para cada uno de nosotros. Es necesario que aceptemos los zig-zags, las vueltas de nuestro recorrido espiritual, con sus oscuridades y sus lentas revelaciones, aceptar que aún no hemos llegado a la meta, que aún no hemos comprendido todo, aceptar de sentir en nosotros sordas resistencias a Dios que deseamos tanto amar. Todo ello hace parte de la fe.

jueves, 31 de marzo de 2011

Para vivir la cuaresma día a día: viernes 1º y sábado 2 de abril del 2011 4o viernes Y SÁBADO de cuaresma


Viernes 1º de Abril

Para amar como Dios ama

El profeta Oseas en el Antiguo Testamento es lo que es Lucas en el Nuevo Testamento. Los dos manifiestan de una manera luminosa la MISERICORDIA DE DIOS.

La experiencia del profeta, desafortunado en su matrimonio, le ha servido para descubrir la sobreabundancia del amor de Dios que ama a su pueblo a pesar de sus infidelidades.

Es también la experiencia de Lucas que nos habla de la mujer pecadora “quien ha amado mucho porque  se le ha perdonado mucho”; Lucas también nos habla del padre que prodiga misericordia hacia su hijo menor a pesar  de su falta; nos habla  de Jesús que perdona al buen ladrona si como a sus verdugos.

Se puede hablar largamente de religión y dejar de lado lo esencial.

Es por ello que después de haber mostrado una enseñanza de las más ricas sobre el amor y la misericordia de Dios, Oseas siente la necesidad de invitar a sus lectores a hacer prueba sabiduría para discernir lo esencial de lo secundario y medir la amplitud del amor de Dios por nosotros.

Es también lo  que hace Jesús al enviar al escriba a lo que sabe de la escritura; pero para descubrir que el único verdadero camino hacia Dios es aquel por el cual Él viene hacia nosotros: el amor.


SABADO 2 DE ABRIL

Para ofrecer el amor preferentemente que los sacrificios

Hoy encontramos una frase sublime de Oseas en boca de Dios: “Es el amor lo que yo deseo y no los sacrificios”…Imagínense , esta frase fue pronunciada y o escrita en el VIII siglo Antes de Jesucristo y vemos como Oseas tiene ya ésta intuición bastante fuerte de que la verdadera religión consiste en amar.

Así uno no se sorprende de escuchar a Jesús citando el testimonio de este profeta…Es que Jesús se siente cómodo (está de acuerdo) con la intuición de Oseas, porque todos dos creen en un Dios que es amor. 

Se dice que “los grandes espíritus se encuentran”. Y bien, Oseas y Jesús hacen parte de esos grandes espíritus. El primero no ha conocido al otro. Pero uno ve que Jesús se alimentó de la Palabra de los profetas que le precedieron: Amós, Oseas, Isaías, Jeremías, Daniel, entre otros. Jesús no se sirve de ellos como simples “Hombres útiles o valiosos”. Él comparte su mirada (visión)  sobre Dios, su pasión por la Palabra, su compasión por los pobres y sus exigencias de justicia.



Para vivir la cuaresma día a día: 31 de marzo del 2011 : 3er jueves de cuaresma



Para comprometerse al servicio de la justicia

Quizás muchos de nosotros hemos escuchado los chistes sobre los sacerdotes que en la iglesia, hacían duros reproches y críticas contra aquellos que no venían a la misa…

Ellos se equivocaban totalmente en su método y en el objetivo a lograr…

EL profeta Jeremías no pertenecía a esta escuela. Mismo si su crítica que él dirige al pueblo (primera lectura de este día)  y que hace ante el templo de Jerusalén, sea severa, no se puede al menos reprocharle o decirle que no tiene coraje, arrojo, valentía). Jeremías se dirige a un pueblo que se dice practicante, pero donde la práctica no parece desbordar “el cuadro ambiente de templo”. Fuera de él, las exigencias elementales de conformidad con la alianza y el respeto a la justicia son ignoradas y despreciadas. 

Para que sirve una religión que no se compromete a nada en la vida diaria?

Jesús se comprometió con todo su cuerpo y toda su alma al servicio de la justicia y de la compasión hacia los pobres, los pequeños y los excluidos. Mas sus discursos y gestos no le han agradado mucho a ciertos judíos intelectuales y que se decían practicantes.

Como el profeta Jeremías, Jesús denuncia la ilusión de aquellos que se contentan con rendir honores a Dios con los labios solamente y no saben mostrarse sensibles a los sufrimientos y a las necesidades del prójimo.

martes, 29 de marzo de 2011

Domingo 3 de abril del 2011: 4o domingo de cuaresma A


A guisa de introducción:

Llegar a ser luz

Este hombre nunca ha visto una sonrisa, ni lágrimas. Él no puede admirar el azul del cielo ni el verde de la primavera. Vive en un mundo sin luz, donde solo cuentan el tacto y el oído. A la salida del templo, Jesús lo ve. En él reconoce a todos los seres humanos, esos ciegos que andan a tropezones en un mundo de tinieblas y de horizontes cerrados. Es ahora cuando Jesús toma la iniciativa de repetir el gesto del Creador (Gen 2,7). Con el barro y por su palabra: “ve a lavarte…”, hace del ciego un ser nuevo. El invidente pasa de las tinieblas de la noche a la luz del día, a la luz de la fe que abre los ojos de su corazón: “yo creo Señor”.

Además de mostrar a Jesús como el Salvador, esta curación del ciego nos ensena la profunda significación del bautismo. Por este sacramento, llegamos a ser hijos de la luz. Recibimos la luz de Cristo resucitado: luz de Pascua que ha vencido la noche de la tumba y es fuego de Pentecostés que inunda nuestros corazones del amor de Dios y de los demás.

Esta luz, la hemos recibido para vivir todos los días y propagarla alrededor de nosotros.

Una de las Gracias de la Cuaresma es tomar conciencia de que somos bautizados llamados a vivir como hijos (as) de la luz.


Una aproximación psicológica:

Tu estas bien seguro de que ves?

En su primera carta, Juan nos pide de mantener nuestras “entrañas abiertas” de cara a nuestros hermanos; es decir, de dejarnos invadir interiormente por aquello que ellos son y por lo que ellos viven (1 Jn 3,17).

Cuando por egoísmo o por miedo, yo cierro mis entrañas, cuando yo me vuelvo duro interiormente, la realidad exterior no puede tocarme más ni tampoco interrogarme. El dialogo extraído de este pasaje del evangelio, ilustra bien este fenómeno de insensibilidad, presentándonos la reacción de fariseos después de la curación realizada en el hombre y ante quien sus ojos están cerrados.
-          
N - No es aquel que estaba ciego;
-        -  Sí, es él;
-        -  Sí, pero ha sido curado un día de Sabbat, entonces Jesús no viene de Dios;
-         -…Y por tanto Él ha hecho un milagro…;
-        -  Vamos a preguntarle a sus padres si él estaba verdaderamente ciego;
-         - Si, él lo estaba;
-       -   Nosotros, de todas formas preferimos ser discípulos de Moisés;
-         - …ustedes, a pesar de todo, están en presencia de alguien que hace milagros en nombre de Dios…
-        -  Tú, no vengas para darnos lecciones, tú no eres nadie!

Los fariseos de ninguna manera se dejan interpelar por los eventos nuevos, mismo si Jesús les recuerda que su misión consiste justamente en cuestionarse. Él les dice: “si ustedes fueran ciegos no tendrían pecado” (v.41).

Dicho de otra manera, si ustedes admitieran que tienen un problema, y que hay cosas en las que ustedes tienen  dificultad de ver, de comprender, ustedes no tendrían pecado, pero ustedes niegan su problema, su dificultad de ver: “ustedes dicen: nosotros vemos; por eso su pecado permanece”.

Jesús interroga a todo el mundo. Cuando digo que yo no veo, yo estoy preparado para interrogarme, para morir (renunciar) a mis viejas creencias o actitudes que me impiden ver. Y de pronto yo llego a ser capaz de aprender de nuevo a ver, a amar y a vivir. Porque Jesús hace que me pregunte en mi incapacidad confesada  y me dice: estas bien seguro de que tu no ves nada? Fija tu mirada acá (sobre mí) para ver…y yo comienzo entonces  a comprender cosas…

Inversamente, Jesús les dice  a aquellos que dicen ver,  o que se dicen “que todo está bajo control”: “estás plenamente seguro de que ves claro, y que comprendes todo?” Y de repente, la persona llega a comprender que no ve todo, que no todo está bajo control como pensaba. Y una vez que ella acepta o dice: “Yo no veo”, se alista para nacer de nuevo, para comprometerse en el momento indicado en su liberación personal.

El pecado no es tener problemas, sino más bien que el pecado consiste en negarlos para evitar de tomarlos en serio a la mano…Como nos decía un viejo profesor sabio en el seminario: “no te preocupes o te despreocupes… ocúpate!”
Para un cuestionamiento:

Jesús afirma: “es para una interrogación (una dificultad, una protesta) que yo he venido al mundo”. Acoger la salvación, es aceptar dejarse interrogar o cuestionar por Jesús. Esta afirmación puede llevarnos a parafrasear la primera carta de San Juan: “Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (Jn 4,20) llegando a ser: “Aquel que no se deja inquietar (cuestionar) por su hermano, a quien ve, no puede dejarse interrogar por Jesús a quien no ve”. Aquel que no tolera que se le hable de sí mismo, de sus actitudes y de sus comportamientos, no tolerara en suma que Jesús lo haga de igual manera por su Palabra”.

Una de las razones por las cuales nosotros rechazamos los cuestionamientos, es evidentemente por nuestro miedo a cambiar algo en nuestra manera de ver y de hacer. Es por ello que nosotros somos- de manera más tendenciosa- llevados a mantener los otros (“a raya”) a distancia, por miedo a que un verdadero encuentro con ellos no venga a iluminarnos nuestra vivencia. “En efecto, todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas” (Jn 3,20).

Como Jesús lo dice aquí, nosotros no queremos ser desenmascarados, preferimos conservar nuestra mascara de modo que los demás no sepan que se pasa en realidad en nuestra vida. Pues, si ellos llegaran a conocernos tal como realmente somos, quizás entonces dejarían de amarnos. Y si hay algo que no queremos perder, es bien seguro, la estima de los otros. En efecto, cuando nosotros funcionamos (lo que ocurre frecuentemente) teniendo como principio extravagante (raro, loco…) que si los otros dejan de pensar bien de nosotros, nuestra vida no tiene ningún sentido.

Ahora, Jesús ha vivido justamente lo contrario y nos dice también exactamente lo contrario. Relájate tú, no intentes pretenderte perfecto, no ambiciones nunca de ningún modo arreglar tus problemas antes de dejarte conocer. “Quien buscara conservar su vida (a los ojos de los hombres) la perderá, y quien la perdiera la salvará” (Lucas 17,33). Si quieres salvar todo sin arriesgar nada, sin cambiar nada, tú perderás todo. Pero si aceptas arriesgar cosas (la bella imagen que los otros tienen de ti, tu seguridad interior…), si asumes el riesgo de reconocer y o admitir tus limitaciones, tus errores y tus contradicciones, tu saldrás adelante. Y es para ayudarte a vivir este caminar de cuestionamiento por lo que yo he venido…

REFLEXION DU PERE JACQUES-YVES ALLARD (1)

(http://CURSILLOS.CA)

“Yo solo sé que  estaba ciego y ahora veo”

A través de muchas imágenes y símbolos, San Juan nos revela la identidad de Jesús. Él es el vino nuevo de las bodas de Caná; el buen pastor que guía sus ovejas; el agua fresca del pozo de Sicar; el pan compartido para la multitud en el desierto; el nuevo templo de Dios; la luz del mundo; el camino, la verdad, la resurrección y la vida. En todos sus textos se encuentra la proclamación pascual de la divinidad de Jesús.

El tema de la luz aparece por 5 veces en el evangelio de Juan y afirma que Jesús es la luz del mundo.

El episodio de la curación del ciego de nacimiento es una ilustración de esta revelación evangélica.

En los 41 versículos del relato de hoy, en dos solamente (v. 6-7) se hace alusión propiamente dicha a la curación del ciego. Esto nos indica que el interés del evangelista no se sitúa en el aspecto maravilloso y extraordinario de la curación, sino sobre su función de signo y de revelación. Juan nos dice que “esos signos” (milagros) han sido puestos por escrito, para que nosotros creamos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengamos la vida en su nombre (Jn 20,31).

En el arte cristiano de las catacumbas, la escena de la curación del ciego de nacimiento aparece 6 veces y casi siempre como ilustración del bautismo. A partir del siglo 4º, el texto de hoy con el texto de la samaritana (leído el domingo anterior) y aquel de la resurrección de Lázaro (domingo próximo), preparaba a los nuevos cristianos para recibir el bautismo durante la liturgia de la vigilia de Pascua. Aquella noche, los nuevos bautizados mientras cantaban el salmo 22 (El señor es mi Pastor), recibían el sacramento de la confirmación y participaban en su primera eucaristía.

El bautismo era visto como el debut de una relación con Dios, una fuente de agua viva, una vida nueva. Este sacramento permitía hacer parte del Reino de Dios.

Estos textos de los domingos de cuaresma eran una preparación para los catecúmenos, pero a la vez invitaba a los cristianos a renovar sus promesas bautismales. La fe no es jamás estática; ella es un camino, un crecimiento, una maduración que progresa a lo largo de la vida y cada año el tiempo de cuaresma es una excelente ocasión para profundizar nuestra fe y madurarla más.

El texto de hoy cuenta entonces mucho mas que un milagro. El encuentro de Jesús y del ciego de nacimiento sucede poco después que el señor había dicho: “Yo soy la luz del mundo. Aquel que me sigue no camina en tinieblas y tiene la luz de la vida” (Jn 8,12)

Cristo le ha permitido al ciego de ver con sus ojos pero sobretodo, Él le ha posibilitado una nueva visión de la vida y del mundo.

El ciego incapaz de distinguir la luz y los colores es la imagen de todo ser humano desorientado, que busca ver y comprender. Nosotros estamos habituados nada más que a percibir el exterior de las cosas, el aspecto más superficial. Nuestra cultura afirma que las personas son hermosas en función de su belleza física, de sus vestidos, de sus bellas casas, de sus autos lujosos, de su posición social, de sus grandes riquezas, etc. Pero ello puede ser una máscara que esconde una realidad más angustiante y mucho más materialista que espiritual…(aparente)

Saint- Exupéry en su libro “El Principito” decía: “No se ve que con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”. Nuestros encuentros de domingo nos permiten ver con el corazón, de ver el mundo a través de los ojos de Dios. Jesús nos invita a mejorar nuestra manera o modo de ver las cosas. Él nos propone una nueva visión de la vida de familia, de nuestra relación con los otros, de nuestra capacidad de perdonar, de nuestra fragilidad humana, de la enfermedad y de la muerte. Él nos invita a ver todo ello con los ojos de Dios!

Esta nueva mirada puede aportarnos la alegría, la serenidad y la paz. Dios está con nosotros, Él nos acompaña y nos ofrece una solución de amor para los problemas cotidianos. San Pablo agrega: “En otro tiempo ustedes eran oscuridad, pero ahora (en el presente) ustedes son luz en el Señor; conduzcámonos como hijos de la luz, porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad” (Efesios  5,8-9).

Como cristianos no podemos contentarnos de ser iluminado, debemos también ser « testigos de la luz » (Jn 1,8) En el drama de Paul Claudel, El Padre humillado, la joven ciega decía a un cristiano: “ustedes que ven, que han hecho de la luz?”

La fe no se reduce a una serie de creencias teóricas, de tradiciones y de costumbres. La fe es una nueva manera de ver el mundo y de vivir bien su vida.
La realidad iluminada por el Señor Jesús toma entonces otra coloración.


DE CALIXTO (2)
(http://tejasarriba.org)

Nuestro barro

“Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupiendo en la tierra, hizo barro y se lo untó en los ojos. El ciego fue a lavarse en la piscina de Siloé y volvió con vista”. San Juan, cap. 9.

Los hebreos amaban el barro. El autor del Génesis les enseñó, con oportuna pedagogía, que en el principio Dios había formado de barro al primer hombre. En Egipto, el pueblo escogido pasó largos años de esclavitud fabricando ladrillos y luego, en la Tierra Prometida, levantó también con barro ciudades y fortalezas.

En la cultura hebrea, la alfarería ocupaba un lugar preeminente. De barro se fabricaban tinajas, platos, vasos y lámparas. Y San Mateo no deja de apuntar en el capítulo 27, que los sumos sacerdotes, con las treinta monedas de Judas, compraron el llamado “Campo del Alfarero”, donde se sepultaba a los peregrinos.

Cristo sana a un ciego de nacimiento, untándole en los ojos barro amasado con saliva. Una mezcla no muy digna tal vez, según nuestra manera de apreciar las cosas. Así el Señor nos enseña que aún la tierra humilde, al influjo de su poder, puede realizar maravillas.

Algunos han visto en ese pasaje un anuncio de los sacramentos. Dios nos salva por medio de elementos materiales: Agua, aceite, diálogo, pan y vino... y amor de hombre y mujer. A estas cosas humanas les da el Señor un poder y les confiere un misterio.

Pudiéramos pensar en la carta de un amigo lejano que, aparte del papel y la escritura, encierra se presencia. O en un billete de banco que, a pesar de su fragilidad, contiene una eficacia multiforme: Abre puertas, doblega voluntades, domina las conciencias. Se convierte en ciencia, salud, poder, en paz y en guerra. Abarca el universo.

Así son los sacramentos. Dios entra a nuestra vida a través de cosas humanas. Son ellas la consecuencia lógica de un Dios encarnado, de un Dios que encierra todo su poder dentro de los pequeños límites de un hombre.

Pero a nosotros quizás nos han parecido ordinarios los sacramentos. Los quisiéramos más fastuosos, más distantes de los objetos que manejamos cada día.

En esta curación del ciego de nacimiento, Dios nos dice que El no siente vergüenza de trabajar con barro y con saliva. Nos explica a nosotros tan exquisitos, que nada de este mundo fuera del pecado, es ajeno a su plan de salvación. Las personas mediocres que nos rodean, los oficios corrientes que realizamos, las circunstancias ordinarias en que vivimos, las cualidades normales que ejercitamos... allí esconde el Señor su presencia, su poder de transformación, su posibilidad de alegría y para cada uno de nosotros.

Ese Cristo no cura al invidente con luz del Tabor, ni con polvo de los astros, nos sanará a nosotros con lo que somos y tenemos. Con tal de que, en algún recodo del camino, postrados como el ciego, le digamos: ¡Creo, Señor!


ORACION

Hay días Señor,
en que la indiferencia o los prejuicios me enceguecen.
Los ojos se me cierran ante la grandeza y belleza de los demás.
Permíteme ver todo el amor que tú les ofreces.

En los momentos de debilidad, de fatiga,
mismo en los días que yo pierdo de vista la razón de mi vida,
tócame Señor.
Pon barro sobre los ojos de mi corazón para que yo vea
todas las personas que me aman, me guían y me dan seguridad.
Ellas son la luz sobre la ruta de mi fe.

Abre mis ojos ante todo lo que es bello y bueno alrededor mío:
El arroyo que canta en el verano,
las parejas que irradian la confianza,
la ternura de mi esposo (a), la de mis suegros y mi madre,
la mirada luminosa de mis nietos.

Permíteme ver Señor,
las personas que tienen necesidad de mis manos y de mi inspiración
para que ellas vuelvan a encontrar el gusto ante la vida y la alegría.
                                                                           (Lise-Hudon-Bonin)

lunes, 28 de marzo de 2011

Para vivir la cuaresma día a día: 29 y 30 de marzo del 2011 (21 y 22) Tercer martes y miércoles de cuaresma

 
Martes 29 de marzo


Para superar los tiempos de crisis


Es apenas visto como normal y lógico que cuando nos arriban desgracias, o suceden eventos desoladores, catástrofes de la naturaleza, se le eche la culpa a Dios. Y surge espontáneamente la cuestión: Existe Dios? Y si existe por qué permite esto tan terrible o malo que paso? Pero cuando todo va bien, y o  “no nos duele una muela”   o  experimentamos momentos de felicidad, ocurre que olvidamos reconocerle a Dios sus beneficios para con la humanidad…para con nosotros.


El pueblo de Israel no fue ajeno a todo esto, a recriminar Dios cuando les iba mal, evitar de asumir toda responsabilidad en sus desgracias  y olvidar darle gracias por las bendiciones recibidas.


Por ello las dolencias de Azarías son legítimas y portadoras de toda lucidez y sinceridad.


El momento es grave, es la mala hora (como diría Gabo), en efecto es alrededor del ano 167 A.C, el rey Antíoco Epifanes profana el templo de Jerusalén, introduce prácticas paganas en el corazón de la ciudad santa y hace prácticamente imposible la práctica del culto a la asamblea del pueblo judío. Es lo que el profeta Daniel llama “la abominación de la desolación”.


La sinceridad de la oración de Azarías es válida ya que él mira la realidad cara a cara. Ya que en lugar de imputar a Dios la responsabilidad de la tragedia que golpea a Jerusalén, él reconoce y asume  plena y abiertamente el alejamiento de su pueblo. Con el mismo soplo e inspiración del Espíritu, en su oración le  pide a Dios que actúe: “no nos abandones en el deshonor, actúa con nosotros según tu indulgencia y por la abundancia de tu misericordia”.


Una vez que se admiten los propios errores, uno puede permitirse de recordarle a Dios sus promesas de salvación e invocar las proezas de su misericordia.


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Miércoles 30 de marzo


Para encontrar la sabiduría que permite vivir


Usualmente creemos que si nos proponemos leer la biblia entera, es necesario o imprescindible que comencemos por el Antiguo Testamento…

Yo, les confieso, cuando empezaba a aprender a leer como a los 8 años, me propuse comenzar a leer una biblia  versión Nacar-Colunga forrada en una tela delgada roja,  propiedad de mis abuelos maternos, y aprovechaba cuando iba allá, y fuera en el  cuarto de ellos, o en la sala para sumergirme en ella por largos ratos…Al cabo de varios meses me pude dar el lujo de contarles a todos en casa que había leído la biblia entera.


Y no me enloquecí-eso al menos creo- aunque mi “locura” hoy pueda ser calificada de otro tipo.


Solo con el paso del tiempo llegue a darme cuenta y por la enseñanza teológica –bíblica recibida en el seminario, que siempre es mejor empezar la Biblia  por  el Nuevo Testamento , con los evangelios primero , es decir, por la vida de Jesús, para poder mejor comprender su vida, su obra y su misión redentora…Porque el Antiguo testamento no hace más que preparar su venida, anunciar su nacimiento y su obra redentora misteriosa : pasión, muerte y resurrección.


De esta recomendación no me queda duda y no hesito también de aconsejar a quienes quieran comprender mejor la biblia, si quieren leerla empiecen por el Nuevo Testamento y no por el Antiguo, y este ultimo les sabrá mejor después…


Con todo el Antiguo Testamento es también muy importante  y es por ello que Jesús dice en el evangelio de este día:  “Yo no he venido a abolir la ley y los profetas (AT), sino más bien a completarlos”.  No podríamos comprender igualmente el Nuevo si pretendiéramos ignorar el Antiguo Testamento.