jueves, 3 de diciembre de 2009

6 de Diciembre del 2009: SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO Año C



Estamos en el año  28 de nuestra era. El emperador Tiberio reina sobre el inmenso imperio romano, que va desde los ríos del mar del Norte hasta las orillas del Sahara, y de la Palestina al Estrecho de Gibraltar. El Mediterráneo es enteramente romano. Poncio Pilato es procurador en Judea, Herodes Antipas, príncipe de galilea, Caifás es gran sacerdote en Jerusalén. Jamás a nadie se le ha ocurrido pensar en la no existencia de todos estos personajes. Pero ocurre de vez en cuando que aparecen novelistas y autores para poner en duda la existencia de Jesús de Nazaret. Negar su existencia tranquiliza sin duda la conciencia, ya que sus actos, gestos y palabras incomodan siempre. Algunos de nuestros contemporáneos prefieren la novela ficción a la realidad, la eficacia comercial a la obligación de cuestionarse su existencia, su vida y a si mismos...

Para el evangelista Lucas, la Palabra de Dios ha sido innegablemente sembrada en la historia de la humanidad a partir del año 27 de nuestra era. Juan Bautista, el hijo del sacerdote Zacarías, deja el templo donde debía celebrar el culto como su padre y prefiere hacerse profeta en los confines del desierto, en ese espacio hostil que uno evita en un lugar alejado de la gente, donde el silencio llama a la aventura de la interioridad.

En adelante "Todo hombre vera la salvación de Dios". La Palabra que Juan anuncia se manifestará de manera visible y perceptible para todo hombre buena voluntad. Esto es lo inaudito de la Buena Nueva: La Palabra de Salvación viene como alguien que se podrá ver y escuchar, tocar y amar. Esta Buena Nueva se difundirá como una llama entre los leños secos, anunciando por toda parte la paz, la alegría y la reconciliación a todos sin excepción.

Este mensaje de Juan Bautista nos llama hoy en nuestro mundo actual a veces doloroso e incierto. Juan el Bautista también grita en nuestros desiertos interiores, ahí donde el Padre Ha decidido venir para revelarse o manifestarse a cada uno de nosotros. En el desierto de nuestras vidas, no hay camino totalmente trazado pero si una voz para ser escuchada y para seguir. Una voz que nos invita a preparar el camino del Señor y aplanar su ruta. Este camino nosotros lo tomamos de acuerdo y a partir de lo que cada uno somos, es decir con nuestras fuerzas y nuestras fragilidades, nuestros sufrimientos y nuestros dolores, con nuestra alegría y nuestro amor. Todavía hoy La voz de Dios se dirige a nosotros.

Ella no nos pide lo imposible. Dios no nos exige que vayamos más allá de nuestras propias fuerzas. Él nos ama tal como somos y nos invita al corazón de nuestro desierto interior para seguirle y escuchar su voz. Dios está con nosotros en este tiempo de adviento, Él nos empuja y nos invita a ponernos de pie en lo mas intimo de nosotros mismos para ir a su encuentro.

El grito del Precursor se lanza como una flecha, corre derecho delante de Aquel que viene y para quien ha de prepararse la ruta. Las colinas, las montañas presentan muchos obstáculos sobre la ruta del deseo despertado por la voz del Precursor, pero aquel que viene los hará desaparecer: "Pues Dios ha decidido que las altas montañas y las colinas eternas desciendan y que los valles sean plenos: así la tierra será aplanada, para que Israel camine en seguridad en la gloria de Dios" (Primera lectura).

La conversión a la cual nos invita este tiempo del adviento no consiste en la observación meticulosa de las leyes o ritos. La conversión consiste en el reconocimiento propio de nuestra pobreza y de nuestro pecado y en la acogida de la intervención de Dios quien es el único que nos puede introducir en la Verdad por nuestra condición de hijos. Se trata entonces de una conversión al amor, al amor de Cristo y al amor concreto de todos nuestros hermanos sin importar su raza, su condición social y su religión.

La Eucaristía es el lugar por excelencia donde se expresa o se manifiesta esta Buena Noticia. Es acá alrededor de la mesa donde el Padre mismo nos alimenta del Pan de la Vida y que después de habernos despojado de nuestro vestido de tristeza y miseria nos reviste con el traje de la Gloria de Dios"...


REFERENCIAS:

Traducción del francés de http://www.kerit.be/homelie.php

Servicioskoinonia.org y otras fuentes


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Gustavo Quiceno