martes, 22 de enero de 2013

27 de enero del 2013: 3er Domingo del Tiempo Ordinario




A guisa de introducción:

La trascendencia de la Palabra:

La palabra nos descubre el mundo. Gracias a ella podemos entender el sentido de nuestra vida.

Cuando el niño balbucea las primeras palabras nos emocionamos. Cuando aprenden a leer y decir ideas coherentes nos maravillamos. De ahí la importancia del aprendizaje del lenguaje, de saber comunicar.

No es gratuito que Dios Padre haya definido su materialización en el mundo y a través de su Hijo Jesucristo, su encarnación como Palabra, pues la palabra se torna mensaje, comunicación e iluminación.

Tiene su razón de ser la existencia de la filosofía del lenguaje entendida como semiótica o semiología…Otros hablan de Hermenéutica, de exegesis, de interpretación.

Los textos de este domingo nos invitan a reflexionar sobre la PALABRA con mayúscula.

En un mundo y una sociedad que nos atiborra de palabras, de mensajes confusos, es importante reflexionar sobre la esencia de la Palabra, de la comunicación…Cómo empleamos nosotros la palabra? No es verdad acaso que abusamos de ella y raramente la empleamos para animar, para corregir, para edificar, para hacer más amable y conciliable el mundo?

Punto aparte merece una Palabra, la Palabra de Dios contenida en la Biblia, revelada por Dios mismo para constituirse en la guía de toda existencia humana, en fuente de sabiduría y gozo espiritual, esto es lo que nos muestra la primera lectura del libro de Esdras: el pueblo de Israel toma conciencia de la relevancia de la Palabra divina, de su preexistencia y eternidad, pero también de la negligencia que han tenido con ella hasta el momento…Por eso lloran, se conmueven y se comprometen en adelante a acatarla y seguirla.

Decimos de manera usual que no solo se mata o hiere con armas y que también podemos matar con las palabras, cuando estas son ofensivas, denigrantes e injuriosas. Todos sabemos del gran efecto positivo que pueden causar unas palabras de aliento, de estímulo, de felicitación, de amor…

Maestros de la palabra son Dios, sus enviados los profetas y por antonomasia JESUCRISTO, el Hijo de Dios, cuya Palabra se constituye Verdad que nos muestra el Camino para arribar a la Vida Verdadera, a la vida en abundancia de la que nos habla San Juan en su evangelio: “He venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10,10).

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Gustavo Quiceno