A guisa de
introducción:
La trascendencia de
la Palabra:
La palabra nos descubre el mundo.
Gracias a ella podemos entender el sentido de nuestra vida.
Cuando el niño balbucea las
primeras palabras nos emocionamos. Cuando aprenden a leer y decir ideas
coherentes nos maravillamos. De ahí la importancia del aprendizaje del
lenguaje, de saber comunicar.
No es gratuito que Dios Padre
haya definido su materialización en el mundo y a través de su Hijo Jesucristo,
su encarnación como Palabra, pues la palabra se torna mensaje, comunicación e
iluminación.
Tiene su razón de ser la
existencia de la filosofía del lenguaje entendida como semiótica o
semiología…Otros hablan de Hermenéutica, de exegesis, de interpretación.
Los textos de este domingo nos
invitan a reflexionar sobre la PALABRA con mayúscula.
En un mundo y una sociedad que
nos atiborra de palabras, de mensajes confusos, es importante reflexionar sobre
la esencia de la Palabra, de la comunicación…Cómo empleamos nosotros la
palabra? No es verdad acaso que abusamos de ella y raramente la empleamos para
animar, para corregir, para edificar, para hacer más amable y conciliable el
mundo?
Punto aparte merece una Palabra,
la Palabra de Dios contenida en la Biblia, revelada por Dios mismo para
constituirse en la guía de toda existencia humana, en fuente de sabiduría y
gozo espiritual, esto es lo que nos muestra la primera lectura del libro de
Esdras: el pueblo de Israel toma conciencia de la relevancia de la Palabra
divina, de su preexistencia y eternidad, pero también de la negligencia que han
tenido con ella hasta el momento…Por eso lloran, se conmueven y se comprometen
en adelante a acatarla y seguirla.
Decimos de manera usual que no
solo se mata o hiere con armas y que también podemos matar con las palabras,
cuando estas son ofensivas, denigrantes e injuriosas. Todos sabemos del gran
efecto positivo que pueden causar unas palabras de aliento, de estímulo, de
felicitación, de amor…
Maestros de la palabra son Dios,
sus enviados los profetas y por antonomasia JESUCRISTO, el Hijo de Dios, cuya
Palabra se constituye Verdad que nos muestra el Camino para arribar a la Vida
Verdadera, a la vida en abundancia de la que nos habla San Juan en su
evangelio: “He venido para que tengan
vida y vida en abundancia” (Jn 10,10).
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Gustavo Quiceno