Érase una
vez el egregio pastor Hincapié
Apóstol de
la Verdad, que anunciaste a Dios a los marquetones,
pregonando
el amor, la paz y la FE que te corría a borbotones..
Tomaste en
serio tu misión, el evangelio te transformo...
con alegría
gritaste liberación en un mundo pleno de esclavos...
Fuiste
hombre entre los hombres, sacerdote y ser humano para los demás,
consuelo
para los más pobres, antorcha en medio de la oscuridad...
Sembraste
paz y alegría, cantaste siempre Dios es plenitud,
que el camino,
la verdad y la vida que nos llevan al Padre es Jesús ...
Yo creo que a más de uno y en particular a uno o
una de Marquetalia le gustaría escribir un libro sobre el reverendo Padre
Antonio María Hincapié.
Publicaciones amplias o muy difundidas a propósito
de su vida no ha habido hasta ahora. A excepción de alusiones rápidas y breves
en alguna monografía, apariciones esporádicas y más bien anecdóticas en algún cuento
municipal…Hubo algún intento de crear una página Facebook con las
contribuciones de quienes le conocimos y lo tratamos de cerca…pero nunca se concretizó…
Enhorabuena, como diría un habitante de la madre
patria, el investigador, pedagogo e historiador hijo también de Marquetalia ANGEL
MARIA OCAMPO nos satisface esta necesidad que había, llena este vacío y sacia
la sed de tener datos e información recopilada y ordenada sobre aquel a quien
he llamado siempre egregio pastor Hincapié…
Yo creo, sin temor a equivocarme que el Padre
Hincapié es patrimonio de todos los marquetones. Y algunos en particular, los
que tuvieron la suerte de encontrarle y conocerle, podían contribuir con alguna pildorita sobre
la impresión o huella que dejo en ellos nuestro entrañable cura. Y no es para menos, fue un hombre y una
presencia que marcó por más de 30 años la vida y el acontecer marquetòn.
Sin conocer aún el contenido del libro (“Y bendijo Dios la villa del sol”) que lanzará el mencionado autor, el próximo 19 de enero me
atreveré hacer lo que llamaría una pre critica del libro, que pienso solo será más
valida y se encontrara su razón de ser cuando el libro ya sea difundido y sea
su contenido de la total dominación de
sus lectores.
Sería más bien las expectativas respecto al libro,
porque confieso, fue mi sueño, y aun es mi sueño escribir algo sobre el padre
Hincapié. De todos modos felicitaciones a Don Ángel María por su trabajo y mística
en esta investigación, como le conocemos, es seguro que esta vez como siempre no nos defraudará.
Primero, espero que además de los datos biográficos
del Padre recopilados en los archivos históricos municipales y eclesiales, haya
sido alimentado con entrevistas a cercanos suyos como su hermano nuestro también
amigo, vecino de toda la vida, otro hijo adoptivo marquetòn Don Manuel …Que se
haya preguntado a abuelos, personas mayores que le contactaron sobre su
personalidad…
Dos, espero que tenga una gran parcela en el libro
el hecho fe-religioso-eclesial y no meramente el hecho pastoral (misión) del
padre Hincapié como cura párroco, medico de almas…Me explico, espero encontrar
en el libro también esa mini historia vocacional, que se nos cuente por qué habría
decidido hacerse sacerdote, qué era la fe para Él y como veía aquella Iglesia
que vivió entre dos épocas muy precisas
(antes y después del vaticano II).
Tres, espero encontrar en el libro visos de un
Padre Hincapié muy humano, con defectos (porque muchos los remarcan con humor),
además no hay santo perfecto y que no sea algo picarón…Quiero que en el libro
no se sea tan serio ni se pretenda abordarlo solo realzando sus virtudes y
minusvalorando o ignorando totalmente sus pequeños vicios, sus pecados, porque
siempre la moneda tiene dos caras…Todo ser humano tiene sus glorias y sus
faltas…de lo contrario se caería en el fariseísmo o en una cierta hipocresía…espero
hacerme entender:
Yo particularmente recuerdo eso del padre
Hincapié: mientras vivía, se escuchaba de él, más defectos que virtudes…Al
final solo “chismorreos”, rumores sin fundamento…Su amor y o afán en ocasiones
desmesurado por la plata (pero para ayudar mayormente a los pobres y
desvalidos), su actitud crítica burlona (de los pecados de los otros:
prostitutas, las señoras chismosas, los borracho a quienes imitaba en la
Iglesia y no era raro que alguna que
otra vez profiriera una palabra de grueso calibre (pero para realzar lo
contrario de eso que criticaba ). Su carácter
o mal genio era bien conocido, y a ratos su actitud displicente y seleccionadora
con algunas personas muchos lo remarcan…
Pero detrás de todo esto había esa faceta poco
realzada mientras vivió: esa faceta de constructor de comunidad, de familia, la
de un clérigo preocupado por la formación de la mujer, de la niñez y de la
juventud; su compasión por los ancianos y los marginados socialmente…ello se
tradujo en las obras concretas de los colegios Juan XXIII, la Normal, el
Colegio Santa Elena, el asilo san Vicente…Sin temor a equivocarme, después de
muerto fue que se vino a gritar, proclamar y hacer eco de todo aquello que parecía
tan tácito y o poco evidente, mientras habitaba entre los vivos.
Hoy por hoy no podemos juzgar al Padre Hincapié
con las categorías, la lupa de los años 70’S 80s…Él respondió a una época,
donde el cura y el alcalde eran los “manda callar” de los pueblos pequeños. El
burgomaestre y el pastor católico eran aparentemente enemigos pero en el fondo
de sí mismos y en la realidad del día a día, ellos mismos y todo el mundo sabía
que se necesitaban mutuamente y que por ello se debían soportar.
Cada vez que leo o veo DON CAMILO de Giovanni
Guareshi pienso en el padre Hincapié y en tantos sacerdotes que vivieron entre los años 50’s y 80’s…recios, aparentemente
duros, irascibles a veces, pendencieros, “plateros o amantes del panier” (canasto,
ponchera de ofrendas en dinero), pero también orantes, contemplativos,
caritativos, soñadores, visitadores de las familias (cuánto nos hacen falta
esos curas de antaño)…
Ahí puede incluirse al Padre Hincapié…Eso es lo
que recuerdo de Él.
Yo tendría unos 7 años la primera vez que le vi, y
su figura, su imponencia, su presencia en el pueblo y en las familias, despertó
desde muy temprano en mi vida la fascinación por la vocación sacerdotal, tal
vez porque desde siempre supe percibir y quedarme con las mejores virtudes del
sacerdote.
Así nos ocurre con todos los seres humanos con
quienes convivimos, nos tropezamos, nos
encontramos a lo largo de la vida: descubrimos un día que en ellos que solo había luz sino que también había oscuridad, que no solo
eran un cumulo de virtudes sino también dechados de imperfecciones…entonces los
amamos y los odiamos…recuerden a la odiada amada Ingrid Betancurt, por ejemplo,
al odiado-amado Álvaro Uribe, al odiado –amado Chávez…Ni Jesús, el hijo de Dios
estuvo libre de eso (pero la causa del odio hacia Él fue bastante bien
diferente).
Aun ahí puede incluirse al Padre Hincapié…Eso es
lo que recuerdo de Él. Unos hablaban bien de Él, lo veneraban, lo subían a los
altares, otros lo bajaban del pedestal, lo criticaban, lo blasfemaban…Y puede
que hoy haya pocos que se atrevan a blasfemar, pero la gran mayoría lo subimos
al pedestal.
Personalmente no tuve mucha oportunidad de
compartir o sostener largas charlas con el padre Hincapié…Uno porque cuando decidí
entrar al seminario no lo hice en la jurisdicción de su parroquia ni de su diócesis…Aquello,
recuerdo que le extrañó y le admiró…No ensayó
mucho, al menos conmigo, de hacernos desistir y reconsiderar la posibilidad de
ir a estudiar a Manizales o hacernos sacerdotes seculares para la propia diócesis local de La Dorada-Guaduas
que se había recién creado en 1985. A pesar de todo, tanto a Darío Castillo
como a mí nos apoyó y dio buenas referencias de nosotros cuando nos enrolamos
en las filas de los Misioneros de Yarumal, venidos de Medellín a Marquetalia en
1987, para hacer lo que se llamaba promoción
vocacional y animación misionera… Es más, después siguió invitando a padres y
seminaristas de nuestra comunidad para animar misiones de navidad y semana
santa tanto en la zona urbana como las veredas entre 1988 y 1991, hasta que se
nos fue. En efecto, mi primera misión como seminarista la hice en Marquetalia,
en las veredas de Guarinò-Guamo, San Pablo, Lituania y las Encimadas a finales
de 1988, siendo cura párroco nuestro entrañable
Pastor Hincapié…yo joven rozando los 20 abriles.
El 10 de enero de 1993, era un domingo, si mal no
recuerdo me encontraba en la ciudad de Cali (valle del cauca), en casa de mis
abuelos maternos y tíos. Iba de paso para el Ecuador, donde había sido enviado
a mi año de pastoral (correspondiente a mi segundo año de teología). Al día siguiente
seguiría para el país vecino…Ese mismo domingo por la tarde, me enteré de su
muerte …tuve el impulso de devolverme para Marquetalia y asistir a sus
funerales, pero me fue imposible, por obediencia, por cuestión económica, por
falta de tiempo…y de decisión finalmente. Me hubiera gustado mucho haber estado
presente aquel día en la villa del sol…pero fui un ausente más…en la distancia
oré por el Padre Hincapié y acompañé aquella gran multitud que se volcó a las
calles de Marquetalia para rendirle el ultimo y merecido homenaje.
Muchas cosas han cambiado desde que usted se ha
ido Padre.
Se fue usted en un momento, yo diría preciso y a la vez
inconveniente…
Preciso, justo, si…porque no sé como hubiera
reaccionado ante lo que venía:
Todos esos cambios de la postmodernidad, la tecnología,
el discurso racionalista, el relativismo, el desfogue de la violencia y la corrupción,
la amoralidad e inmoralidad en las instituciones, en la familia misma…
Y se fue usted en un momento inconveniente porque
lo necesitábamos…
Nos urgia su voz profética, su sinceridad para llamar
al pan pan y al vino vino.
Una vez más gracias EGREGIO PASTOR HINCAPIE por su
testimonio,
Por su luz, por su profetismo, su generosidad con
los pobres,
Su desvivir y preocupación para brindarle lo mejor
a la familia, a la mujer, a los jóvenes, a los niños y a los viejos…
Gracias porque ha dejado su impronta imborrable y
la influencia indeleble
En la historia marquetona.
Ahora, para terminar un espontáneo poema:
Llegaste de
Pàcora a Marquetalia un incierto día de los años 50…
Arribabas a
la villa del sol con tu experiencia de vida,
Imbuida del
amor al ser humano y al sempiterno Dios.
No te
quedaste quieto ni incólume ante la miseria ni el atraso social,
Aquel pueblo
enclavado entre montañas necesitaba despertar,
Marquetalia
con tu presencia suscitó el progreso se destacó la educación…
Y FLORECIÓ EL AMOR.
No fuiste pequeño
ante el ejemplo del maestro de Nazareth,
Lo que te movió
primero fue la compasión y el sueño del Reino de Dios;
Ese reino
que es la sociedad alternativa de los hombres y mujeres
Que luchan,
no se resignan ante la crisis, la dificultad y la miseria.
Y dan campo
al FLORECIMIENTO DEL AMOR
Con tu vida
y tu obra tradujiste egregio pastor Hincapié
La fe, la
esperanza y la caridad que caracteriza al discípulo de Cristo;
Entendiste muy
en serio y te tomaste muy a pecho aquello que dijo el Maestro:
“He venido
para que tengan vida y vida en abundancia”
PARA QUE
FLOREZCA EL AMOR
Así también
con esta frase podríamos resumir tu vida entera:
Una vida
donada a pesar de sus pecados y sus falencias humanas.
Nos
mostraste que podemos ser santos, católicos y muy devotos,
Siendo auténticos,
sin dejar de ser nosotros mismos, siendo alegres…
Y HACIENDO
DE ESTE MODO FLORECER EL AUTENTICO AMOR
Inculcaste que
lo más importante será siempre
el amor que
pongamos en nuestras obras;
Que lo
esencial es que seamos gestores de vida,
defensores
y respetuosos del más preciado don…
para que en
el atardecer de la vida nos juzguen
por HABER
DEJADO FLORECER EL AMOR que brota de nuestro corazón…
P. GUSTAVO QUICENO JARAMILLO. Mxy
Dorval, Montreal- Quebec
Enero 7 del 2013.
21h38